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LUCHA CONTRA NICANOR  (2Mac.14,1-15,39 

 

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II Macabeos 14

1 Después de tres años de intervalo, los hombres de Judas supieron que Demetrio, hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de Trípoli con un fuerte ejército y una flota,

2 y que se había apoderado de la región, después de haber dado muerte a Antíoco y a su tutor Lisias.

3 Un tal Alcimo, que antes había sido sumo sacerdote, pero que se había contaminado voluntariamente en tiempo de la rebelión, pensando que de ninguna forma había para él salvación ni acceso posible al altar sagrado,

4 fue al encuentro del rey Demetrio, hacia el año 151, y le ofreció una corona de oro, una palma, y además, los rituales ramos de olivo del Templo. Y por aquel día no hizo más.

5 Pero encontró una ocasión propicia para su demencia, al ser llamado por Demetrio a consejo y al ser preguntado sobre las disposiciones y designios de los judíos.

6 Respondió: «Los judíos llamados asideos, encabezados por Judas Macabeo, fomentan guerras y rebeliones, para no dejar que el reino viva en paz.

7 Por eso aunque despojado de mi dignidad ancestral, me refiero al sumo sacerdocio, he venido aquí

8 en primer lugar con verdadera preocupación por los intereses del rey, y en segundo lugar, con la mirada puesta en mis propios compatriotas, pues por la locura de los hombres que he mencionado, toda nuestra raza padece no pocos males.

9 Informado con detalle de todo esto, ¡oh rey!, mira por nuestro país y por nuestra nación por todas partes asediada, con esa accesible benevolencia que tienes para todos;

10 pues mientras Judas subsista, le es imposible al Estado alcanzar la paz.»

11 En cuanto él dijo esto, los demás amigos que sentían aversión hacia lo de Judas, se apresuraron a encender más el ánimo de Demetrio.

12 Designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser elefantarca, le nombró estratega de Judea y le envió

13 con órdenes de hacer morir a Judas, dispersar a todos sus hombres y restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos.

14 Los gentiles de Judea, fugitivos de Judas, se unieron en masa a Nicanor, imaginándose que las desgracias y reveses de los judíos serían sus propios éxitos.

15 Al tener noticia de la expedición de Nicanor y del asalto de los gentiles, esparcieron sobre sí polvo e imploraron a Aquél que por siempre había establecido a su pueblo y que siempre protegía a su propia heredad con sus manifestaciones.

16 Por orden de su jefe, salieron inmediatamente de allí y trabaron lucha con ellos junto al pueblo de Dessáu.

17 Simón, hermano de Judas, había entablado combate con Nicanor, pero, a causa de la repentina llegada de los enemigos, sufrió un ligero revés.

18 Pero con todo, Nicanor, al tener noticia de la bravura de los hombres de Judas y del valor con que combatían por su patria, temía resolver la situación por la sangre.

19 Por este motivo envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para concertar la paz.

20 Después de maduro examen de las condiciones, el jefe se las comunicó a las tropas y, ante el parecer unánime, aceptaron el tratado.

21 Fijaron la fecha en que se reunirían los jefes en privado. Se adelantó un vehículo de cada lado y prepararon asientos.

22 Judas dispuso en lugares estratégicos hombres armados, preparados para el caso de que se produjera alguna repentina traición de parte enemiga. Tuvieron la entrevista en buen acuerdo.

23 Nicanor pasó algún tiempo en Jerusalén sin hacer nada inoportuno y despidió a las turbas que, en masa, se le habían reunido.

24 Siempre tenía a Judas consigo; sentía una cordial inclinación hacia este hombre.

25 Le aconsejó que se casara y tuviera descendencia. Judas se casó, vivió con tranquilidad, y disfrutó de la vida.

26 Alcimo, al ver la recíproca comprensión, se hizo con una copia del acuerdo concluido y se fue donde Demetrio. Le decía que Nicanor tenía sentimientos contrarios a los intereses del Estado, pues había designado como sucesor suyo a Judas, el conspirador contra el reino.

27 Fuera de sí el rey, excitado por las calumnias de aquel maligno, escribió a Nicanor comunicándole que estaba disgustado con el acuerdo y ordenándole que inmediatamente mandara encadenado a Macabeo a Antioquía.

28 Cuando Nicanor recibió la comunicación, quedó consternado, pues le desagradaba mucho tener que anular lo convenido, sin que hubiera cometido aquel hombre injusticia alguna.

29 Pero, como no era posible oponerse al rey, aguardaba la oportunidad de ejecutar la orden con alguna estratagema.

30 Cuando Macabeo, por su parte, notó que Nicanor se portaba más secamente con él y que le trataba con más frialdad en sus habituales relaciones, pensó que tal sequedad no procedía de las mejores disposiciones. Reunió a muchos de los suyos y procuró ocultarse de Nicanor.

31 Este otro, al darse cuenta de que aquel hombre le había vencido con nobleza, se presentó en el más grande y santo Templo en el momento en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió que le entregaran a aquel hombre.

32 Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el hombre que buscaba.

33 Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este recinto sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un espléndido Templo a Dióniso.»

34 Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra nación, diciendo:

35 «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el santuario de tu morada se halle entre nosotros.

36 También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre limpia de profanación esta Casa recién purificada.»

37 Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado, llamado por su buen corazón «Padre de los judíos»,

38 pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con gran constancia.

39 Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo,

40 pues le parecía que arrestándole causaba un gran perjuicio a los judíos.

41 Cuando las tropas estaban a punto de apoderarse de la torre, forzando la puerta del patio y con orden de prender fuego e incendiar las puertas, Razías, acosado por todas partes, se echó sobre la espada.

42 Prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos criminales y soportar afrentas indignas de su nobleza.

43 Pero, como por la precipitación del combate no había acertado al herirse y las tropas irrumpían puertas adentro, subió valerosamente a lo alto del muro y se precipitó con bravura sobre las tropas;

44 pero al retroceder éstas rápidamente, dejando un hueco, vino él a caer en medio del espacio libre.

45 Con aliento todavía y enardecido su ánimo, se levantó derramando sangre a torrentes; a pesar de las graves heridas, atravesó corriendo por entre las tropas, y se puso sobre una roca escarpada.

46 Ya completamente exangüe, se arrancó las entrañas y tomándolas con ambas manos, las arrojó contra las tropas. Y después de invocar al Dueño de la vida y del espíritu que otra vez se dignara devolvérselas, llegó de este modo al tránsito.

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II Macabeos 15

1 Supo Nicanor que los hombres de Judas se hallaban en la región de Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso.

2 Los judíos, que le acompañaban a la fuerza, le dijeron: «No mates así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con preferencia ha sido santificado por Aquél que todo lo ve.»

3 Aquel hombre tres veces malvado preguntó si en el cielo había un Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado.

4 Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en el cielo el que mandó observar el día séptimo.»

5 Entonces el otro dijo: «También yo soy soberano en la tierra: el que ordena tomar las armas y prestar servicio al rey.» Sin embargo no pudo realizar su malvado designio.

6 Nicanor, jactándose con altivez, deliberaba erigir un trofeo común con los despojos de los hombres de Judas.

7 Macabeo, por su parte, mantenía incesantemente su confianza, con la entera esperanza de recibir ayuda de parte del Señor,

8 y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les habían venido del Cielo, y a esperar también entonces la victoria que les habría de venir de parte del Todopoderoso.

9 Les animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los combates que habían llevado a cabo; así les infundía mayor ardor.

10 Después de haber levantado sus ánimos, les puso además de manifiesto la perfidia de los gentiles y la violación de sus juramentos.

11 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos.

12 Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos.

13 Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía.

14 Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.»

15 Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras:

16 «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.»

17 Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que, en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la religión y el Templo.

18 En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal era por el Templo consagrado.

19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.

20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba dispuesta en las alas.

21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los elefantes, extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la victoria a los que la merecen.

22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano, enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca de 185.000 hombres del ejército de Senaquerib;

23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto.

24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.

25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y cantos de guerra,

26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre invocaciones y plegarias.

27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón, abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la manifestación de Dios.

28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a Nicanor caído, con su armadura.

29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.

30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.

32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;

33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la paga de su insensatez.

34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha conservado puro su Lugar Santo.»

35 La cabeza de Nicanor fue colgada de la Ciudadela, como señal manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor.

36 Decretaron todos por público edicto no dejar pasar aquel día sin solemnizarlo, y celebrarlo el día trece del duodécino mes, llamado Adar en arameo, la víspera del Día de Mardoqueo.

37 Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también terminaré aquí mismo mi relato.

38 Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible.

39 Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra. Y aquí pongamos fin.

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