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LA GRAN VISION(Dan.10,1-14,42)

 

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Daniel 10

1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.

2 En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas:

3 no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí, hasta el término de estas tres semanas.

4 El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río grande, el Tigris,

5 levanté los ojos para ver. Vi esto: Un hombre vestido de lino, ceñidos los lomos de oro puro:

6 su cuerpo era como de crisólito, su rostro, como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorchas de fuego, sus brazos y sus piernas como el fulgor del bronce bruñido, y el son de sus palabras como el ruido de una multitud.

7 Sólo yo, Daniel, contemplé esta visión: los hombres que estaban conmigo no veían la visión, pero un gran temblor les invadió y huyeron a esconderse.

8 Quedé yo solo contemplando esta gran visión; estaba sin fuerzas; se demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas.

9 Oí el son de sus palabras y, al oírlo, caí desvanecido, rostro en tierra.

10 En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las palmas de mis manos.

11 Y me dijo: «Daniel, hombre de las predilecciones, comprende las palabras que voy a decirte, e incorpórate, porque yo he sido enviado ahora donde ti.» Al decirme estas palabras me incorporé temblando.

12 Luego me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he venido yo.

13 El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia

14 y he venido a manifestarte lo que le ocurrirá a tu pueblo al fin de los días. Porque hay todavía una visión para esos días.»

15 Al decirme estas palabras, di con mi rostro en tierra y quedé en silencio;

16 y he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios. Abrí la boca para hablar y dije a aquel que estaba delante de mí: «Señor mío, ante esta visión la angustia me invade y ya no tengo fuerzas.

17 Y ¿cómo este siervo de mi Señor podría hablar con mi Señor, cuando ahora las fuerzas me faltan y ni aliento me queda?»

18 El que tenía aspecto de hombre me tocó de nuevo y me reanimó.

19 Me dijo: «No temas, hombre de las predilecciones; la paz sea contigo, cobra fuerza y ánimo.» Y, mientras me hablaba, me sentí reanimado y dije: «Hable mi Señor, porque me has confortado.»

20 Me dijo entonces: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Y ahora volveré a luchar con el Príncipe de Persia: cuando haya terminado, verás que viene el Príncipe de Yaván.

21 Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe,

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Daniel 11

1 mi apoyo para darme ayuda y sostenerme.

2 Pero ahora voy a revelarte la verdad. «Mira: En Persia habrá todavía tres reyes; el cuarto tendrá más riquezas que todos ellos, y cuando por su riqueza se haya hecho poderoso provocará a todos los reinos de Yaván.

3 Surgirá entonces un rey valeroso que dominará en un gran imperio y actuará a placer.

4 En trance de engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a los cuatros vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni con un dominio como el que él había ejercido, porque su reino será extirpado y entregado a otros distintos de aquélla.

5 «El rey del Mediodía se hará fuerte; uno de sus príncipes se hará más fuerte que él y tendrá un imperio mayor que el suyo.

6 Algunos años después concertarán una alianza, y la hija del rey del Mediodía vendrá donde el rey del Norte para realizar el convenio. Pero no resistirá la fuerza de su brazo, ni subsistirá su descendencia: será entregada, ella y las personas de su séquito, así como su hijo y el que era su apoyo. En aquel tiempo,

7 se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que vendrá contra el ejército, entrará en la fortaleza del rey del Norte, y los tratará como vencedor.

8 Sus mismos dioses, sus estatuas y sus objetos preciosos de plata y oro serán el botín que se llevará a Egipto, y durante algunos años se mantendrá a distancia del rey del Norte.

9 Este entrará en el reino del rey del Mediodía y luego regresará a su país.

10 Sus hijos se prepararán para la guerra y reunirán una gran multitud de tropas, y él vendrá, irrumpirá como un río, pasará y se levantará de nuevo en guerra hasta su fortaleza.

11 Entonces el rey del Mediodía, montando en cólera, saldrá a combatir contra el rey del Norte, que movilizará una gran multitud; pero esta multitud caerá en sus manos.

12 La multitud quedará aniquilada; su corazón se exaltará entonces, aplastará a miríadas de hombres, pero no durará su fuerza.

13 El rey del Norte volverá a la carga después de movilizar una multitud más numerosa que la primera, y al cabo de algunos años irrumpirá con un gran ejército y abundante aparato.

14 Por entonces se levantarán muchos contra el rey del Mediodía y los violentos de entre los de tu pueblo se alzarán con ánimo de cumplir la visión, pero fracasarán.

15 Vendrá el rey del Norte, levantará trincheras y tomará una ciudad fortificada. Los brazos del rey del Mediodía no resistirán; ni siquiera lo mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir.

16 Aquel que avanza contra él le tratará a su capricho, sin que haya quien pueda resistirle: se establecerá en la Tierra del Esplendor, llevando en sus manos la destrucción.

17 Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle, pero esto no se logrará ni resultará así.

18 Entonces se volverá hacia las islas y tomará un buen número de ellas; pero un magistrado pondrá fin a su ultraje sin que él pueda devolverle el ultraje.

19 «Luego se volverá hacia los baluartes de su país, pero tropezará, caerá y no se le encontrará más.

20 En su lugar surgirá otro, que enviará un exactor contra el esplendor real: en pocos días será destruido, mas no en público ni en guerra.

21 «En su lugar se levantará un miserable, a quien no se le darán los honores reales. Se insinuará astutamente y se apoderará del reino por intrigas.

22 Las fuerzas invasoras se hundirán ante él y serán destruidas, así como también el Príncipe de una alianza.

23 Por medio de sus cómplices obrará con engaño y, aunque con poca gente, se irá haciendo fuerte.

24 Invadirá a placer los lugares ricos de la provincia y hará lo que no habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres: distribuirá entre ellos botín, despojos y riquezas, y tramará maquinaciones contra las fortalezas, aunque sólo por un tiempo.

25 «Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del Mediodía con un gran ejército. El rey del Mediodía saldrá a la guerra con un ejército muy grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, pues se tramarán contra él maquinaciones.

26 Y los mismos que compartían sus manjares le destruirán; su ejército quedará hundido y caerán muchos muertos.

27 «En cuanto a los dos reyes, su corazón lleno de maldad, incluso sentados a la misma mesa, sólo se dirán mentiras; pero no lograrán nada, porque el tiempo fijado está aún por venir.

28 El volverá a su país con grandes riquezas, su corazón contra la Alianza santa; actuará y luego regresará a su país.

29 Llegado el momento, volverá de nuevo hacia el Mediodía, pero esta vez no resultará como la primera.

30 Vendrán contra él las naves de los Kittim, y se desanimará. Volverá atrás y se encorajinará furiosamente contra la Alianza santa, y una vez más tendrá en consideración a los que abandonen la Alianza santa.

31 «De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario - ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de la desolación.

32 A los violadores de la Alianza los corromperá con halagos, pero el pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme y actuará.

33 Los doctos del pueblo instruirán a la multitud; mas sucumbirán bajo la espada y la llama, la cautividad y la expoliación, durante algún tiempo.

34 Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a ellos traidoramente.

35 Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del Fin, porque el tiempo fijado está aún por venir.

36 «El rey actuará a placer; se engreirá y se exaltará por encima de todos los dioses, y contra el Dios de los dioses proferirá cosas inauditas; prosperará hasta que se haya colmado la Ira, - porque lo que está decidido se cumplirá.

37 No hará caso de los dioses de sus padres, no se cuidará del favorito de las mujeres ni de ningún otro dios; sólo a sí mismo se exaltará por encima de todos.

38 En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron.

39 Pondrá como defensores de las fortalezas al pueblo de un dios extranjero; a los que le reconozcan, les colmará de honores dándoles dominio sobre muchos y repartiéndoles la tierra como recompensa.

40 «Al tiempo del Fin, el rey del Mediodía se enfrentará a él; el rey del Norte irrumpirá contra aquél con carros, jinetes y numerosas naves. Entrará en sus tierras, las invadirá y atravesará.

41 Vendrá a la Tierra del Esplendor, donde caerán muchos, pero de sus manos escaparán los siguientes: Edom, Moab y los restos de los ammonitas.

42 «Extenderá su mano sobre los países: ni el país de Egipto escapará.

43 Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos preciosos de Egipto. Libios y kusitas le seguirán.

44 Pero noticias venidas del Oriente y del Norte le turbarán; saldrá entonces con gran furor, con ánimo de destruir y exterminar a muchos.

45 Plantará sus tiendas reales entre el mar y el santo monte de la Tierra del Esplendor. Entonces llegará a su fin y nadie vendrá en su ayuda.

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Daniel 12

1 «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro.

2 Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.

3 Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

4 «Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la iniquidad aumentará.»

5 Yo, Daniel, miré y vi a otros dos que estaban de pie a una y otra parte del río.

6 Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: «¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?»

7 Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel que vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo santo.»

8 Yo oí, pero no comprendí. Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?»

9 Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del Fin.

10 Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos seguirán haciendo el mal; ningún impío comprenderá nada; sólo los doctos comprenderán.

11 Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos noventa días.

12 Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días.

13 Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al Fin de los días.»

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Daniel 13

1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín.

2 Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios;

3 sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.

4 Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.

5 Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.»

6 Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos.

7 Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido.

8 Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla.

9 Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios.

10 Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían mutuamente su tormento,

11 por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella,

12 y trataban afanosamente de verla todos los días.

13 Un día, después de decirse el uno al otro: «Vamos a casa, que es hora de comer», salieron y se fueron cada uno por su lado.

14 Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo en el mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran sorprender a Susana a solas.

15 Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.

16 No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho.

17 Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.»

18 Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que los ancianos estaban escondidos.

19 En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella,

20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.

21 Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»

22 Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.

23 Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.»

24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella,

25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría,

27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana.

28 A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir.

29 Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,

30 y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.

31 Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.

32 Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le quitase el velo para saciarse de su belleza.

33 Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.

34 Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza.

35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios.

36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas.

37 Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella.

38 Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.

39 Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.

40 Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.

41 No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte.

42 Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,

43 tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.»

44 El Señor escuchó su voz

45 y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel,

46 que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!»

47 Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?»

48 El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?

49 ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!»

50 Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»

51 Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»

52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada,

53 dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No matarás al inocente y al justo."

54 Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.»

55 «En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.»

56 Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón!

57 Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.

58 Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.»

59 En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»

60 Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.

61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio

62 y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.

63 Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que nada indigno se había encontrado en ella.

64 Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del pueblo.

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Daniel 14

1 El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió Ciro el Persa.

2 Daniel era comensal del rey y más honrado que ningún otro de sus amigos.

3 Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de vino.

4 El rey también le veneraba y todos los días iba a adorarle. Daniel, en cambio, adoraba a su Dios.

5 El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque yo no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.»

6 Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe a diario?»

7 Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes - dijo -, por dentro es de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.»

8 Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis; pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.»

9 Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos.

10 El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel,

11 y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la puerta y séllada con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, no encuentras que Bel se lo ha comido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel que nos ha calumniado.»

12 Estaban ellos tranquilos, porque se habían hecho una entrada secreta debajo de la mesa y por allí entraban normalmente a llevarse las ofrendas.

13 En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel,

14 Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el suelo del templo, sin más testigo que el rey. Luego salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real, y se fueron.

15 Los sacerdotes vinieron por la noche, como de costumbre, con sus mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.

16 El rey se levantó muy temprano y Daniel con él.

17 El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» - «Intactos, oh rey», respondió él.

18 Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!»

19 Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas huellas.»

20 - «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños», dijo el rey;

21 y, montando en cólera, mandó detener a los sacerdotes con sus mujeres y sus hijos. Ellos le mostraron entonces la puerta secreta por la que entraban a consumir lo que había sobre la mesa.

22 Y el rey mandó matarlos y entregó a Bel en manos de Daniel, el cual lo destruyó, así como su templo.

23 Habían también una gran serpiente a la que los babilonios veneraban.

24 El rey dijo a Daniel: «¿Vas a decir también que ésta es de bronce? Mira, está viva y come y bebe: no puedes decir que no es un dios vivo; así que adórale.»

25 Daniel respondió: «Yo adoro sólo al Señor mi Dios; él es el Dios vivo. Mas tú, oh rey, dame permiso y yo mataré a esta serpiente sin espada ni estaca.»

26 Dijo el rey: «Te lo doy.»

27 Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la serpiente las tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que veneráis!»

28 Al enterarse los babilonios, se enfurecieron mucho; se amotinaron contra el rey y dijeron: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha matado a la serpiente, y a los sacerdotes los ha asesinado.»

29 Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a ti y a toda tu casa.»

30 Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel.

31 Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.

32 Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a Daniel.

33 Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de preparar un cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a llevárselo a los segadores.

34 El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.»

35 «Señor - dijo Habacuc - no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.»

36 Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole por los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su soplo.

37 Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha enviado.»

38 Y dijo Daniel; «Te has acordado de mí, Dios mío, y no has abandonado a los que te aman.»

39 Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar.

40 El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado.

41 Entonces exclamó: «Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay otro Dios fuera de ti.»

42 Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.

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