volver
Libros
proféticos
Biblia
Inicio
PASION DE JEREMIAS(Jer.36,1-45,5)
1 Aconteció que en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh:
2 Tómate un rollo de escribir, y apuntas en él todas las palabras que te he hablado tocante a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde la fecha en que te vengo hablando - desde los tiempos de Josías hasta hoy -.
3 A ver si la casa de Judá se entera de todo el mal que he pensado hacerle, de modo que se convierta cada uno de su mal camino, y entonces yo perdonaría su culpa y su pecado.
4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, y apuntó Baruc al dictado de Jeremías todas las palabras que Yahveh le había hablado, en un rollo de escribir.
5 Dio Jeremías a Baruc estas instrucciones: «Yo estoy detenido; no puedo ir a la Casa de Yahveh.
6 Así que, vete tú, y lees en voz alta el rollo en que has apuntado al dictado mío las palabras de Yahveh, a oídos del público de la Casa de Yahveh el día del ayuno, y las lees también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades;
7 a ver si presentan sus súplicas a Yahveh, y se vuelven cada uno de su mal camino; porque grande es la ira y el furor que ha expresado Yahveh contra este pueblo.»
8 Hizo Baruc, hijo de Neriyías, conforme a todo cuanto le había mandado el profeta Jeremías, y leyó en el libro las palabras de Yahveh en la Casa de Yahveh.
9 Precisamente en el año quinto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamaba ayuno general delante de Yahveh, tanto para el pueblo de Jerusalén como para toda la gente venida de las ciudades de Judá a Jerusalén.
10 Baruc, pues, leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa de Yahveh, en la cámara de Guemarías, hijo de Safán el escriba, en el patio alto, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh, a oídos de todo el pueblo.
11 Oye Miqueas, hijo de Guemarías, hijo de Safán, todas las palabras de Yahveh según el libro,
12 baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo de Jananías, y todos los demás jefes.
13 Y Miqueas declaró todas las palabras que había oído leer a Baruc en el libro a oídos del pueblo.
14 Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos.
15 Dícenle: «Ea, siéntate y ten a bien leérnoslo a nosotros.» Y Baruc se lo leyó.
16 Como oyeron todas aquellas palabras, se asustaron y dijeron cada cual a su vecino: «Anunciemos sin falta al rey todas estas palabras.»
17 Y a Baruc le pidieron: «Explícanos cómo has escrito todas estas palabras.»
18 Díceles Baruc: «Al dictado. El me recitaba todas estas palabras y yo las iba escribiendo en el libro con tinta.»
19 Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis.»
20 Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas palabras.
21 Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey.
22 El rey estaba sentado en la casa de invierno, - era en el mes noveno -, con un brasero delante encendido.
23 Y así que había leído Yehudí tres hojas o cuatro, él las rasgaba con el cortaplumas del escriba y las echaba al fuego del brasero, hasta terminar con todo el rollo en el fuego del brasero.
24 Ni se asustaron ni se rasgaron los vestidos el rey ni ninguno de sus siervos que oían todas estas cosas,
25 y por más que Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron el rey que no quemara el rollo, no les hizo caso.
26 Luego el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, apoderarse del escriba Baruc y del profeta Jeremías, pero Yahveh los ocultó.
27 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías - tras de haber quemado el rey el rollo y las cosas que había escrito Baruc al dictado de Jeremías - como sigue:
28 «Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las cosas que antes había en el primer rollo que quemó Yoyaquim, rey de Judá.
29 Y a Yoyaquim, rey de Judá, le dices: Así dice Yahveh: Tú has quemado aquel rollo, diciendo: "¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y se llevará cautivos de ella a hombres y bestias?"
30 Por tanto, así dice Yahveh a propósito de Yoyaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono de David y su propio cadáver yacerá tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche.
31 Yo pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y traeré sobre ellos y sobre todos los habitantes de Jerusalén y los hombres de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran caso.»
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo, que dio al escriba Baruc, hijo de Neriyías, y éste escribió al dictado de Jeremías todas las palabras del libro que había quemado Yoyaquim, rey de Judá, e incluso se añadió a aquéllas otras muchas por el estilo.
1 Vino a reinar, en vez de Konías, hijo de Yoyaquim, el rey Sedecías, hijo de Josías, al que Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso por rey en tierra de Judá,
2 pero tampoco él ni sus siervos, ni el pueblo de la tierra, hicieron caso de las palabras que Yahveh había hablado por medio del profeta Jeremías.
3 El rey Sedecías envió a Yukal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a decir al profeta Jeremías: «¡Ea! Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahveh.»
4 Y Jeremías iba y venía en público, pues no le habían encarcelado.
5 Las fuerzas de Faraón salieron de Egipto, y al oír hablar de ellos los caldeos que sitiaban a Jerusalén, levantaron el sitio de Jerusalén.
6 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Jeremías:
7 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá que os envía a mí, a consultarme: He aquí que las fuerzas de Faraón que salían en vuestro socorro se han vuelto a su tierra de Egipto,
8 y volverán los caldeos que atacan a esta ciudad, la tomarán y la incendiarán.
9 Así dice Yahveh: No cobréis ánimos diciendo: «Seguro que los caldeos terminarán por dejarnos y marcharse»; porque no se marcharán,
10 pues aunque hubieseis derrotado a todas las fuerzas de los caldeos que os atacan y les quedaren sólo hombres acribillados, se levantarían cada cual en su tienda e incendiarían esta ciudad.
11 Cuando las tropas caldeas estaban levantando el sitio de Jerusalén, replegándose ante las tropas del Faraón, aconteció que
12 Jeremías salía de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a asistir a un reparto en el pueblo.
13 Y encontrándose él en la puerta de Benjamín, donde había un vigilante llamado Yiriyías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, éste prendió al profeta Jeremías diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!»
14 Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes,
15 los cuales se irritaron contra Jeremías, le dieron de golpes y le encarcelaron en casa del escriba Jonatán, convertida en prisión.
16 Así que Jeremías ingresó en el calabozo y en las bóvedas y permaneció allí mucho tiempo.
17 El rey Sedecías mandó traerle, y le interrogó en su casa, en secreto: «¿Hay algo de parte de Yahveh?» Dijo Jeremías: «Lo hay.» Y añadió: «En mano del rey de Babilonia serás entregado.»
18 Y dijo Jeremías al rey Sedecías: «¿En qué te he faltado a ti, a tus siervos y a este pueblo, para que me hayáis puesto en prisión?
19 ¿Pues dónde están vuestros profetas que os profetizaban: "No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra?
20 Ahora, pues, oiga el rey mi señor, caiga bien en tu presencia mi petición de gracia y no me vuelvas a casa del escriba Jonatán, no muera yo allí.»
21 Entonces el rey Sedecías mandó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia y se le diese un rosco de pan por día de la calle de los panaderos, hasta que se acabase todo el pan de la ciudad. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.
1 Oyeron Sefatías, hijo de Mattán, Guedalías, hijo de Pasjur, hijo de Malkiyías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo:
2 «Así dice Yahveh: Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de peste, mas el que se entregue a los caldeos vivirá, y eso saldrá ganando.
3 Así dice Yahveh: Sin remisión será entregada esta ciudad en mano de las tropas del rey de Babilonia, que la tomará.»
4 Y dijeron aquellos jefes al rey: «Ea, hágase morir a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño.»
5 Dijo el rey Sedecías: «Ahí le tenéis en vuestras manos, pues nada podría el rey contra vosotros.»
6 Ellos se apoderaron de Jeremías, y lo echaron a la cisterna de Malkiyías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, descolgando a Jeremías con sogas. En el pozo no había agua, sino fango, y Jeremías se hundió en el fango.
7 Pero Ebed Mélek el kusita - un eunuco de la casa del rey - oyó que habían metido a Jeremías en la cisterna. El rey estaba sentado en la puerta de Benjamín.
8 Salió Ebed Mélek de la casa del rey, y habló al rey en estos términos:
9 «Oh mi señor el rey, está mal hecho todo cuanto esos hombres han hecho con el profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna. Total lo mismo se iba a morir de hambre, pues no quedan ya víveres en la ciudad.»
10 Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: «Toma tú mismo de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.»
11 Ebed Mélek tomó consigo a los hombres y entrando en la casa del rey, al vestuario del tesoro, tomó allí deshechos de paños y telas, y con sogas los descolgó por la cisterna hasta Jeremías.
12 Dijo Ebed Mélek el kusita a Jeremías: «Hala, ponte los deshechos de paños y telas entre los sobacos y las sogas.» Así lo hizo Jeremías,
13 y halando a Jeremías con las sogas le subieron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14 Entonces el rey Sedecías mandó traer al profeta Jeremías a la entrada tercera que había en la Casa de Yahveh, y dijo el rey a Jeremías: «Yo te pregunto una cosa: no me ocultes nada.»
15 Dijo Jeremías a Sedecías: «Si te soy sincero, seguro que me matarás; y aunque te aconseje, no me escucharás.»
16 El rey Sedecías juró a Jeremías en secreto: «Por vida de Yahveh, y por la vida que nos ha dado, que no te haré morir ni te entregaré en manos de estos hombres que andan buscando tu muerte.»
17 Dijo Jeremías a Sedecías: «Así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: Si sales a entregarte a los jefes del rey de Babilonia, vivirás tú mismo y esta ciudad no será incendiada: tanto tú como los tuyos viviréis.
18 Pero si no te entregas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será puesta en manos de los caldeos e incendiada, y tú no escaparás de sus manos.»
19 Dijo el rey Sedecías a Jeremías: «Me preocupan los judíos que se han pasado a los caldeos, no vaya a ser que me entreguen en sus manos, y éstos hagan mofa de mí.»
20 Pero replicó Jeremías: «No te entregarán. ¡Ea!, oye la voz de Yahveh en esto que te digo, que te resultará bien y quedarás con vida.
21 Mas si rehusas a salir, esto es lo que me ha mostrado Yahveh.
22 Mira que todas las mujeres que han permanecido en la casa del rey de Judá serán sacadas adonde los jefes del rey de Babilonia, e irán diciendo: Te empujaron y pudieron contigo aquellos con quienes te saludabas. Se hundieron en el lodo tus pies, hiciéronse atrás.
23 Y a todas tus mujeres y tus hijos irán sacando adonde los caldeos, y tú no escaparás de ellos, sino que en manos del rey de Babilonia serás puesto, y esta ciudad será incendiada.»
24 Entonces dijo Sedecías a Jeremías: «Que nadie sepa nada de esto, y no morirás.
25 Aunque se enteren los jefes de que he estado hablando contigo, y viniendo a ti te digan: "Decláranos qué has dicho al rey sin ocultárnoslo, y así no te mataremos, como también lo que el rey te ha hablado",
26 tú les dirás: "He pedido al rey la gracia de que no se me devuelva a casa de Jonatán a morirme allí."»
27 En efecto, vinieron todos los jefes a Jeremías, le interrogaron, y él les respondió conforme a lo que queda dicho que le había mandado el rey: y ellos quedaron satisfechos, porque nada se sabía de lo hablado.
28 Así quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Ahora bien, cuando fue tomada Jerusalén...
1 En el año nueve de Sedecías, rey de Judá, el décimo mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron.
2 En el año once de Sedecías, el cuarto mes, el nueve del mes, se abrió una brecha en la ciudad,
3 y entraron todos los jefes del rey de Babilonia y se instalaron en la Puerta Central: Nergal Sareser, Samgar Nebo, Sar Sekim, jefe superior, Nergal Sareser, alto funcionario y todos los demás jefes del rey de Babilonia.
4 Al verles Sedecías, rey de Judá, y todos los guerreros, huyeron de la ciudad salieron de noche camino del parque del rey por la puerta que está entre los dos muros, y se fueron por el camino de la Arabá.
5 Las tropas caldeas les persiguieron y dando alcance a Sedecías en los llanos de Jericó, le prendieron y le subieron a Riblá, en tierra de Jamat, adonde Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.
6 Y el rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedecías en Riblá a la vista de éste; luego el rey de Babilonia degolló a toda la aristocracia de Judá,
7 y habiendo cegado los ojos a Sedecías le ató con doble cadena de bronce para llevárselo a Babilonia.
8 Los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo y demolieron los muros de Jerusalén;
9 cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían pasado a él y a los artesanos restantes los deportó Nebuzaradán, jefe de la guardia, a Babilonia.
10 En cuanto a la plebe baja, los que no tienen nada, hízoles quedar Nebuzaradán, jefe de la guardia, en tierra de Judá, y en aquella ocasión les dio viñas y parcelas.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado instrucciones a Nebuzaradán, jefe de la guardia, respecto a Jeremías en este sentido:
12 «Préndele y tenle a la vista; y no le hagas daño alguno, antes harás con él lo que él mismo te diga.»
13 Entonces (Nebuzaradán, jefe de la guardia) Nebusazbán, jefe superior, Nergal Sareser, oficial superior, y todos los grandes del rey de Babilonia
14 enviaron en busca de Jeremías, y lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que le hiciese salir a casa, y permaneció entre la gente.
15 Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, le había sido dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
16 Vete y dices a Ebed Mélek el kusita: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mira que yo hago llegar mis palabras a esta ciudad para su daño, que no para su bien, y tú serás testigo en aquel día,
17 pero yo te salvaré a ti aquel día - oráculo de Yahveh - y no serás puesto en manos de aquellos cuya presencia evitas temeroso,
18 antes bien te libraré, y no caerás a espada. Saldrás ganando la propia vida, porque confiaste en mí - oráculo de Yahveh.
1 Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, luego que Nebuzaradán, jefe de la guardia, le dejó libre en Ramá, cuando le tomó aparte, estando él esposado con todos los deportados de Jerusalén y Judá que iban camino de Babilonia.
2 En efecto, el jefe de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Tu Dios Yahveh había predicho esta desgracia a este lugar,
3 y lo ha cumplido. Yahveh ha hecho conforme había predicho. Y esto os ha sucedido porque pecasteis contra Yahveh y no oísteis su voz.
4 Ahora bien, desde hoy te suelto las esposas de tus muñecas. Si te parece bien venirte conmigo a Babilonia, vente, y yo miraré por ti. Pero si te parece mal venirte conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, tienes toda la tierra por delante; adonde mejor y más cómodo te parezca ir, vete.»
5 Aún no había dado media vuelta cuando le dijo: «Vuelve adonde Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha encargado de las ciudades de Judá, y quédate a vivir con él entre esta gente. En suma, vete adonde mejor te acomode.» Luego el jefe de la guardia le proporcionó algunos víveres y ayuda de costa y le despidió.
6 Jeremías, por su parte, vino al lado de Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y se quedó a vivir con él entre la población que había quedado en el país.
7 Todos los jefes de guerrilleros, así como sus hombres, oyeron cómo el rey de Babilonia había encargado del país a Godolías, hijo de Ajicam, y cómo le había encargado de los hombres, mujeres, niños y de aquella gente baja de la tierra, que no habían sido deportados a Babilonia,
8 y fueron donde Godolías, a Mispá, Ismael, hijo de Netanías, Yojanán y Jonatán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet, los hijos de Efay el netofita y Yaazanías de Maaká en compañía de sus hombres.
9 Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, les hizo un juramento a ellos y a sus hombres: «No temáis ser siervos de los caldeos. Quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien.
10 Por mi parte, aquí me tenéis establecido en Mispá, para responder a los caldeos que vengan a nosotros; y vosotros cosechad vino, mieses y aceite, metedlo en vuestras vasijas, y vivid en las ciudades que hayáis recuperado.»
11 También todos los judíos que había en Moab, entre los ammonitas, y en Edom, y los que había en todos los demás países oyeron que había dejado el rey de Babilonia un resto a Judá y que había encargado de él a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.
12 Todos estos judíos regresaron de los distintos lugares adonde se habían refugiado y venidos al país de Judá, junto a Godolías, a Mispá, cosecharon vino y mieses en gran abundancia.
13 Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, y todos sus jefes de guerrilleros vinieron adonde Godolías a Mispá
14 y le dijeron: «¿Sabes que Baalís, rey de los ammonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?» Godolías, hijo de Ajicam, no les dio crédito.
15 Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, dijo a Godolías secretamente en Mispá: «Ea, iré yo y asestaré el golpe a Ismael, hijo de Netanías, sin que nadie lo sepa. ¿Por qué tiene que asesinarte él a ti, lo que supondría la desbandada de todo Judá, apiñado en torno tuyo, y la pérdida del resto de Judá?»
16 Godolías, hijo de Ajicam, replicó a Yojanán, hijo de Caréaj: «No hagas eso, porque es falso lo que dices de Ismael.»
1 Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, de linaje real, se dirigió en compañía de algunos grandes del rey y diez hombres a Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y allí en Mispá comieron juntos.
2 Se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez que estaban con él, y acuchillaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había encargado del país.
3 También mató Ismael a todos los judíos que estaban con él, con Godolías, en Mispá y a los guerreros caldeos que se hallaban allí.
4 Era al día siguiente del asesinato de Godolías, y nadie lo sabía.
5 Unos hombres venían de Siquem de Silo y de Samaría, ochenta entre todos, la barba raída, harapientos y arañados, portadores de oblaciones e incienso que traían a la Casa de Yahveh.
6 Salió Ismael, hijo de Netanías, a su encuentro desde Mispá. Iba llorando mientras caminaba, y llegando junto a ellos, les dijo: «Venid adonde Godolías, hijo de Ajicam.»
7 Y así que hubieron entrado dentro de la ciudad, Ismael, hijo de Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres, y los echó dentro de una cisterna.
8 Entre aquellos hombres hubo diez que dijeron a Ismael: «No nos mates, que en el campo tenemos escondites de trigo, cebada, aceite y miel.» Y no les mató como a sus hermanos.
9 La cisterna adonde echó Ismael todos los cadáveres de los hombres que mató, era la cisterna grande. Es la que hizo el rey Asá para prevenirse contra Basá, rey de Israel; Ismael, hijo de Netanías, la llenó de asesinados.
10 Luego Ismael hizo prisioneros a todo el resto del pueblo que quedaba en Mispá, a las hijas del rey y a todo el pueblo que quedaba en Mispá, que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicam; y de madrugada se fue Ismael, hijo de Netanías, a pasarse a los ammonitas.
11 Oyó Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, todos los crímenes que había hecho Ismael, hijo de Netanías.
12 Tomando a todos sus hombres fueron a luchar con Ismael, hijo de Netanías, al que encontraron junto a la gran alberca, que está en Gabaón.
13 Apenas toda la gente que esta con Ismael vio a Yojanán, hijo de Caréaj, y a todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, se llenaron de gozo,
14 y dando media vuelta toda aquella gente que Ismael llevaba prisionera de Mispá, regresaron al lado de Yojanán, hijo de Caréaj,
15 en tanto que Ismael, hijo de Netanías, se escapaba de Yojanán con ocho hombres, rumbo a los ammonitas.
16 Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban recogieron de Mispá a todo el resto de la gente que Ismael, hijo de Netanías, había hecho prisionera después que hubo matado a Godolías, hijo de Ajicam - hombres, gente de guerra, mujeres, niños y eunucos -, a los cuales hizo volver de Gabaón.
17 Ellos se fueron y se instalaron en el Refugio de Kimham, que está al lado de Belén, para seguir luego hasta Egipto
18 huyendo de los caldeos, pues les temían por haber matado Ismael, hijo de Netanías, a Godolías, hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia había encargado del país.
1 Entonces se llegaron todos los jefes de las fuerzas, así como Yojanán, hijo de Caréaj, Azarías, hijo de Hosaías y el pueblo en masa, del chico al grande,
2 y dijeron al profeta Jeremías: «Caiga bien nuestra demanda de favor ante ti, y ruega a tu Dios Yahveh por nosotros, por todo este resto, pues hemos quedado pocos de muchos que éramos, como tus ojos están viendo,
3 y que nos indique tu Dios Yahveh el camino por donde hemos de ir y lo que hemos de hacer.»
4 Díceles el profeta Jeremías: «De acuerdo: ahora mismo me pongo a rogar a vuestro Dios Yahveh como decís, y sea cual fuere la respuesta de Yahveh para vosotros, yo os la declararé sin ocultaros palabra.»
5 Y ellos dijeron a Jeremías: «Séanos Yahveh testigo veraz y leal, si no obramos conforme a cualquier mensaje que tu Dios Yahveh te envía para nosotros.
6 Sea grata o sea ingrata, nosotros oiremos la voz de nuestro Dios Yahveh a quien te enviamos, por cuanto que bien nos va cuando oímos la voz de nuestro Dios Yahveh.»
7 Pues bien, al cabo de diez días fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías.
8 Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos los jefes de las fuerzas que había con él y al pueblo todo, del chico al grande,
9 y les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel, a quien me habéis enviado en demanda de su favor:
10 Si os quedáis a vivir en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho.
11 No temáis al rey de Babilonia, que tanto os asusta: no temáis nada de él - oráculo de Yahveh - que con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano.
12 Haré que se os tenga compasión y él os la tendrá y os devolverá a vuestro suelo.
13 Pero si decís vosotros: "No nos quedamos en este país", desoyendo así la voz de vuestro Dios Yahveh,
14 diciendo: "No, sino que al país de Egipto iremos, donde no veamos guerra, ni oigamos toque de cuerno, ni tengamos hambre de pan, y allí nos quedaremos";
15 ¡pues bien! en ese caso, oíd la palabra de Yahveh, oh resto de Judá. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Si vosotros enderezáis rumbo a Egipto, y entráis como refugiados allí,
16 entonces la espada que teméis os alcanzará allí en Egipto, y el hambre que receláis, allá os irá pisando los talones; y allí, en Egipto mismo, moriréis.
17 Así sucederá que todos los que enderecen rumbo a Egipto como refugiados morirán por la espada, por el hambre y por la peste, y no les quedará superviviente ni evadido del daño que yo traiga sobre ellos.
18 Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Como se vertió mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así se verterá mi cólera contra vosotros como entréis en Egipto, y seréis tema de imprecación y asombro, de maldición y oprobio, y no veréis más este lugar.
19 Ha dicho Yahveh respecto a vosotros, resto de Judá: "No entréis en Egipto." Podéis estar seguros que os lo he avisado hoy,
20 que os estáis engañando a vosotros mismos, pues que vosotros me habéis enviado a vuestro Dios Yahveh diciendo: "Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahveh, y cuanto diga nuestro Dios Yahveh nos lo declaras, que lo haremos."
21 Yo os lo he declarado hoy, pero no hacéis caso de vuestro Dios Yahveh en nada de cuanto me ha enviado a deciros.
22 Ahora, pues, podéis estar seguros de que por la espada, el hambre y la peste moriréis en aquel lugar adonde deseáis refugiaros.»
1 Ahora bien, así que hubo acabado Jeremías de transmitir a todo el pueblo el recado de Yahveh su Dios, que Yahveh le había dado para ellos,
2 dijo Azarías, hijo de Hosaías, y también Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los hombres insolentes se pusieron a decir a Jeremías: «Estás mintiendo. No te ha encargado nuestro Dios Yahveh decir: "No vayáis a Egipto como refugiados allí"».
3 Sino que Baruc, hijo de Neriyías, te azuza contra nosotros con objeto de ponernos en manos de los caldeos para que nos hagan morir y nos deporten a Babilonia.
4 Además, ni Yojanán, hijo de Caréaj, ni ninguno de los jefes de las tropas, ni nadie del pueblo escuchó la voz de Yahveh que mandaba quedarse en tierra de Judá;
5 antes bien, Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas tomaron consigo a todo el resto de Judá, los que habían regresado, para habitar en tierra de Judá, de todas las naciones adonde habían sido rechazados:
6 a hombres, mujeres, niños, a las hijas del rey y a toda persona que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había dejado en paz con Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Neriyías,
7 y entrando en la tierra de Egipto, - pues desoyeron la voz de Yahveh -, se adentraron hasta Tafnis.
8 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en Tafnis como sigue:
9 Toma en tus manos piedras grandes, y las hundes en el cemento de la terraza que hay a la entrada del palacio de Faraón en Tafnis, a vista de los judíos,
10 y les dices: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo mando en busca de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y pondrá su sede por encima de estas piedras que he enterrado, y desplegaré su pabellón sobre ellas.
11 Vendrá y herirá a Egipto, quien sea para la muerte, a la muerte; quien para el cautiverio, al cautiverio; quien para la espada, a la espada;
12 y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, los incendiará, y a los dioses les hará cautivos. Despiojará a Egipto como despioja un pastor su zalea, y saldrá de allí victorioso.
13 Romperá los cipos de Bet Semes que hay en Egipto, y los templos de los dioses egipcios abrasará.
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías con destino a todos los judíos establecidos en territorio egipcio en Migdol, Tafnis, Nof, y en territorio de Patrós.
2 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros habéis visto la calamidad que he acarreado a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá, y ahí las tenéis arruinadas hoy en día, sin que haya en ellas habitante,
3 en vista de la maldad que hicieron para irritarme, yendo a incensar y servir a otros dioses desconocidos de ellos, de vosotros y de vuestros padres.
4 Yo me afané por enviaros a todos mis siervos, los profetas, a deciros: «Ea, no hagáis esta abominación que detesto.»
5 Mas no oyeron ni aplicaron el oído para convertirse de su malicia y dejar de incensar a otros dioses.
6 Derramóse mi cólera y mi ira y ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que fueron reducidas a ruinas desoladas, como lo están hoy día.
7 Ahora, pues, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: ¿Por qué os hacéis tanto daño a vosotros mismos, hasta borraros a hombre y mujer, niño y lactante de en medio de Judá sin que os quede resto,
8 irritándome con las hechuras de vuestras manos, quemando incienso a otros dioses en Egipto, adonde habéis venido como refugiados, como queriendo acabar de borraros a vosotros mismos y acabar en tema de maldición y oprobio en todas las naciones de la tierra?
9 ¿Si será que habéis olvidado las maldades de vuestros padres y las de los reyes de Judá y de sus caudillos, y las propias vuestras y las de vuestras mujeres; maldades que hacían en tierra de Judá y en las calles de Jerusalén?
10 No se han compungido hasta la fecha, ni han temido ni andado en la Ley y los preceptos que propuse a vosotros y a vuestros padres.
11 Por tanto, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mirad que yo me fijo en vosotros para mal, y para raer a todo Judá.
12 Echaré mano al resto de Judá - los que enderezaron rumbo a Egipto, para entrar allí como refugiados - y serán acabados todos ellos en Egipto, y caerán por la espada, por el hambre serán acabados. Del chico al grande por la espada y por el hambre morirán, y serán tema de imprecación y asombro, de maldición y oprobio.
13 Visitaré a los que viven en Egipto, lo mismo que visité a Jerusalén: con la espada, el hambre y la peste,
14 y del resto de Judá, que, como refugiados vinieron acá a Egipto, no quedará evadido ni superviviente para volver a tierra de Judá, adonde se prometen volver para quedarse allí, porque ya no volverán más que algunos huidos.
15 Respondieron a Jeremías todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres presentes - una gran concurrencia - y todo el pueblo establecido en territorio egipcio, en Patrós:
16 «En eso que nos has dicho en nombre de Yahveh, no te hacemos caso,
17 sino que cumpliremos precisamente cuanto tenemos prometido, que es quemar incienso a la Reina de los Cielos y hacerle libaciones, como venimos haciendo nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que nos hartábamos de pan, éramos felices y ningún mal nos sucedía.
18 En cambio, desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y el hambre somos acabados.»
19 «Pues y cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina de los Cielos y nos dedicábamos a hacerle libaciones, ¿ acaso sin contar con nuestros maridos le hacíamos pasteles con su efigie derramando libaciones?»
20 Jeremías dijo a todo el pueblo, a hombres, a mujeres y a todos sus interlocutores:
21 «¿No es aquel incienso que ofrecíais en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y jefes y el pueblo de la tierra lo que ha recordado Yahveh y le ha venido a las mientes?
22 ¿Y no pudiendo Yahveh aguantar más el espectáculo de vuestras malas acciones, de las abominaciones que habíais hecho, ha venido a ser la tierra vuestra una ruina, tema de pasmo y maldición y sin habitantes - como lo es hoy día -;
23 y porque ofrecisteis incienso y pecasteis contra Yahveh y desoísteis la voz de Yahveh, y no os condujisteis según su Ley, sus preceptos y sus estatutos, pronunció contra vosotros esta calamidad, como sucede hoy día?»
24 Y dijo Jeremías a todo el pueblo y a todas las mujeres: «Oíd la palabra de Yahveh - todo Judá, los que vivís en Egipto -.
25 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos cumplisteis lo dicho: "Sin falta realizaremos los votos que hicimos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones." Mantened, pues, vosotras vuestros votos y realizad vuestros votos sin falta.
26 Empero, oíd la palabra de Yahveh, todo Judá, los que vivís en Egipto. Mirad que yo he jurado por mi gran Nombre - dice Yahveh - que no será más mi Nombre pronunciado por boca de ninguno de Judá que diga: "¡Por vida del Señor Yahveh!" en toda la tierra de Egipto.
27 Mirad que yo estoy alerta sobre ellos para mal, no para bien, y serán consumidos todos los de Judá que están en Egipto, por la espada y el hambre hasta su acabamiento,
28 sólo unos pocos, escapados de la espada, volverán de Egipto a Judá y sabrá todo el resto de Judá, los que han venido a Egipto como refugiados aquí, qué palabra se mantendrá: si la mía o la suya.
29 Y esto será para vosotros señal - oráculo de Yahveh - de que os visito yo en este lugar, de suerte que sepáis que han de mantenerse sin falta mis palabras para desgracia vuestra.
30 Así dice Yahveh: Mirad que yo entrego al Faraón Jofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que buscaba su muerte.»
1 Palabra que dijo el profeta Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, cuando éste copiaba estas palabras en un libro al dictado de Jeremías, en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
2 Así dice Yahveh, el Dios de Israel, respecto a ti, oh Baruc:
3 Tú dijiste: «¡Ay de mí, que añade Yahveh congoja a mi sufrimiento! Me he agotado en mi jadeo, pero sosiego no hallé.»
4 Así le dirás: Esto dice Yahveh: Mira que lo que edifiqué, yo lo derribo, y aquello que planté, yo lo arranco, esto por toda la tierra.
5 ¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques porque mira que yo traigo desgracia sobre toda carne - oráculo de Yahveh - pero a ti te daré la vida salva por botín a donde quiera que vayas.