PRESENTACIÓN
El Papa Juan Pablo II entregó en su carta apostólica “El Rosario de la Virgen María” una preciosa reflexión para rescatar el valor de esta oración Mariana y proclamó todo el año 2003, Año del Rosario; nos invita a rezar por la paz, tan amenazada en nuestro mundo actual.
Los Obispos de Chile hemos señalado además el año 2003 como Año Vocacional. Es una invitación a toda la Iglesia diocesana a vivir profunda e intensamente este llamado del Episcopado de Chile.
Se presenta en este folleto unas reflexiones de la carta del Papa acerca del Rosario y un proyecto de trabajo vocacional que coordinará el Equipo Diocesano. Es responsabilidad de todos, particularmente de laicos con compromisos pastorales, sacerdotales, religiosas y diáconos permanentes trabajar por promover las diversas vocaciones en la Diócesis.
Podemos unir muy bien ambos acontecimientos.
¡Que el Señor nos regale la paz!
¡Que el Señor envíe obreros a su mies!
Roguemos por ello – en unión a María – con fe y esperanza.
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2003
AÑO DEL ROSARIO
Por la Paz y las Vocaciones
1.CONTEMPLAR
A CRISTO CON MARIA
En su último
documento la carta apostólica “EL ROSARIO DE LA VIRGEN MARIA”,
el Papa nos propone una verdadera revolución espiritual para rescatar el
valor del Santo Rosario.
Propone
nuevos misterios, con el fin de mejorar la recitación de esta tradicional oración
mariana y nos aconseja, para sacar mayor provecho de esta devoción.
Confiesa que se siente empujado por el espíritu de Dios a remar mar
adentro en el misterio cristiano. El
simple rezo del rosario marca el ritmo de la vida humana; quien contempla a
Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre en él la verdad sobre el
hombre. El rosario, ofrece el
secreto para abrirse más fácilmente un
conocimiento profundo y comprometido de Cristo, es el camino del ejemplo de la
Virgen de Nazaret, mujer de fe, silencio y escucha; los misterios de Cristo son
también los misterios de su madre, incluso cuando ella no esta implicada
directamente, por el hecho mismo de que ella vive del ÉL y por Él.
Si el rosario
se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse hacia la
persona amada, es siempre nuevo, por los sentimientos que inspira.
Si la repetición del Ave María se dirige directamente a Ella, el acto
de amor con Ella y por Ella, se dirige también a Jesús.
La repetición favorece el deseo de una identificación cada vez más
plena con Cristo, verdadero programa de vida cristiana.
Las
circunstancias históricas de nuestro tiempo, nos motiva a implorar el don de la
paz y la oración por la familia, base de nuestra sociedad que está cada vez más
amenazada. El Rosario, es una
oración que se presta para reunir a la familia; contemplando a Jesús,
cada uno de los miembros de la familia recupera también, la capacidad de volver
a mirarse a los ojos, para comunicar, solidarizar, perdonarse recíprocamente y
comenzar de nuevo con un pacto
renovado por el Espíritu de Dios. El
santo rosario es un tesoro a recuperar.
Contemplar a
Cristo con María: Ella vive
mirando a Cristo y tiene cuenta de cada una de sus
palabras. Los recuerdos de
Jesús impresos en su alma la han acompañado en todo momento, llevándola a
recorrer, con el pensamiento, los distintos episodios de
su vida al Hijo; han sido esos recuerdos los que han formado el Rosario;
que Ella ha recitado con su propia vida terrenal.
Cristo es el
maestro por excelencia, pero no se trata sólo de comprender las cosas que Él
ha enseñado, sino de comprenderle a Él, ya
que nuestra espiritualidad
cristiana nos llama a cumplir con el deber del discípulo de hacernos uno con el
maestro, ser como él, actuar y vivir como nuestro maestro. Para lograr esto el rosario nos hace seguir el crecimiento
humano de Cristo en la casa de Nazaret y le permite educarnos y modelarnos con
la misma diligencia, hasta que Cristo sea formado plenamente en nosotros.
“Proclamo,
por tanto, el año que va desde octubre a octubre del 2003, el AÑO DEL ROSARIO,
y confío que sea acogido con prontitud y generosidad.”
Cristo como
revelador definitivo de Dios: para resaltar el carácter Cristológico del
Rosario, resaltar su cualidad de compendio del evangelio, es conveniente, tras
haber recordado la vida oculta (misterios de gozo), la pasión (misterios
dolorosos) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria); meditar
en los momentos particularmente significativos de la vida pública de Jesús,
por ello desde ahora en adelante contemplaremos los nuevos Misterios de la Luz
los días jueves.
1.-El bautismo en el Jordán.
2.-La auto revelación en las bodas de Caná
3.-El anuncio del reino de Dios invitando a la conversión.
4.-La Transfiguración.
5.-La
institución de la eucaristía.
2.ORIGEN
Y EVOLUCIÓN DEL ROSARIO
El desarrollo
histórico del Rosario se extiende en el arco que abarca los ss. XII al XVI.
*La salutación
angélica, contenida en el Evangelio, constituía desde el s.VII la antífona
del ofertorio del IV domingo de Adviento. A
comienzos del s. XII se difunde en Occidente la práctica de su repetición –
análoga a la coetánea recitación litánica del Pater -, ciento cincuenta
veces, a semejanza del Salterio de David. En
algunos monasterios, los monjes que no sabían leer sustituían
el Salterio bíblico con estos salterios de Pater o de Ave, subdivididos
cada día en tres grupos de 50. Únicamente
se recitaba la primera parte del Avemaría: el nombre de Jesús se introducirá
sólo a finales del s. XIII (el Santa María se difundió a partir de 1483)
*A partir del
siglo XIII. los dominicos difundieron
mucho la recitación del Avemaría (50, 100, 150 o 1000 veces)
*En el siglo
XIV, el cartujo Enrique de Kalkar subdividió las 150 avemarías en 15 decenas,
entre las que intercalaba el Pater noster.
*Entre 1410 y 1439, Domingo Hilarón de Prusia, cartujo de Colonia, redujo las avemarías a 50 (a las que llamó rosario, es decir corona de rosas). A cada una le añadió una referencia de algún pasaje evangélico (14 de la vida oculta, 6 de la pública, 24 de la pasión y 6 de la glorificación). La idea cuajó y proliferaron esas referencias hasta 300.
*Por las
mismas fechas, el dominico Alano de la Roche difundió mucho el salterio de las
150 avemarías, con sus 150 referencias evangélicas (50 sobre la encarnación y
vida; 50 sobre la pasión; 50 sobre la glorificación).
*En 1521, el
dominico Alberto de Castello redujo esos misterios a 15.
*En 1569, dos
años antes de la batalla de Lepanto, el Papa dominico San Pío V con su bula
Consueverunt romani Pontífices consagró la forma que sustancialmente ha
llegado hasta nosotros.
“El rosario
o salterio de la bienaventurada virgen María – escribía – es un
modo piadosísimo de oración y
plegaria a Dios, modo fácil al alcance de todos, que consiste en alabar a la
Santísima Virgen repitiendo el saludo angélico por ciento cincuenta veces,
tantas cuantas son los salmos del Salterio de David, interponiendo entre cada decena la oración del Señor, con
determinadas meditaciones que ilustran la vida entera de nuestro Señor
Jesucristo”.
(El uso de
cuentas para las plegarias es muy antiguo en la cristiandad.
Ya en el siglo IV, S. Pablo el
Ermitaño rezaba con 300 piedredicitas. En
los siglos X y XI se difundió en Europa el uso de hilos con cuentas, o cordones
con nudos. Su número, división en
decenas, etc. se fue fijando – para el Rosario – a la vez que la estructura
de la devoción misma).
3.EL
“ROSARIO”
Instrumento
tradicional para rezarlo es el rosario. En
la práctica más superficial, a menudo termina por ser un simple instrumento
para contar la sucesión de las Ave María. Pero sirve también para expresar un simbolismo, que puede
dar ulterior densidad a la contemplación.
A este propósito,
lo primero que debe tenerse presente es que el Rosario está centrado en el
Crucifijo, que abre y cierra el proceso mismo de la oración.
En Cristo se centra la vida y la oración de los creyentes.
Todo parte de Él, todo tiende hacia Él, todo, a través de Él, en el
Espíritu Santo, llega al Padre.
En cuanto
medio para contar, que marca el avanzar de la oración, el rosario evoca el
camino incesante de la contemplación y de la perfección cristiana.
El Beato Bartolomé Longo lo consideraba también como una ‘cadena’
que nos une a Dios. Cadena, sí,
pero cadena dulce; así se manifiesta la relación con Dios, que es Padre.
Cadena ‘filial’, que nos pone en sintonía con María, la "sierva
del Señor" (Lc. 1,38) y, en definitiva, con el propio Cristo, que, aún
siendo Dios, se hizo "siervo" por amor nuestro (Flp 2, 7).
Es también
hermoso ampliar el significado simbólico del rosario a nuestra relación recíproca,
recordando de ese modo el vínculo de comunión y fraternidad que nos une a
todos en Cristo. (Rosarium
Virgines Mariae, n. 36).
4.EL
SANTO ROSARIO, NUEVO MODO DE REZARLO
MISTERIOS DE GOZO(lunes
y sábado)
Estos
misterios, caracterizados por el gozo mesiánico que produce el acontecimiento
de la Encarnación del Verbo en el seno de Nuestra Señora, nos introduce en el
sentido profundo de la alegría cristiana.
Nuestra Señora nos muestra el secreto de la esperanza cristiana,
llevando en nuestro corazón al Verbo de Dios y en nuestros labios la buena
noticia del Evangelio.
No temas, María,
porque has hallado gracia delante de Dios.
Concebirás en tu seno y darás a luz
un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y llamado Hijo del Altísimo y le dará el Señor
Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos
y su reino no tendrá fin (Lc 1,
30-33).
El saludo del
Arcángel Gabriel a la Virgen de Nazaret actualiza la historia de la salvación
que es la verdadera historia del mundo. El
fiat de María nos regala a todos la esperanza de nuestra salvación.
Dios Padre ha recibido recapitular todo en Cristo.
Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ¿De dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a mí? Porque así que sonó la voz de tu saludo en mis
oídos, exultó de gozo el niño en mi seno Dichosa la que ha creído. (Lc 1, 42-45).
El gozo
envuelve el encuentro de María con Isabel, cuando la presencia de la madre, que
lleva a Jesús en su seno, hace saltar de alegría a Juan. La exultación de los justos se manifiesta milagrosamente en
este misterio, porque el designio de Dios subsiste por siempre y bienaventurado
el pueblo que tiene a Dios por su Señor.
No temáis, os traigo
una buena noticia, una gran alegría, que es para todo el pueblo, pues os ha
nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David.
Esto tendréis por señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y
reclinado en un pesebre. (Lc. 2, 10-12)
La escena de
Belén, el Niño Jesús en el pesebre, el canto de los ángeles y el anuncio de
los pastores, sigue llenando de ternura los corazones, las familias y la
sociedad. Contemplando el
nacimiento de Cristo se graba en nuestros corazones el carácter sagrado de la
vida y se experimenta el deseo de defenderla.
Al entrar los padres
con el Niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él, Simeón lo
tomo en brazos y, bendiciendo a Dios, dijo:
Ahora, Señor, puedas ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra,
porque mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la mirada de
todos los pueblos, luz para la iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo
Israel (Lc 2, 27-32)
El gozo del
anciano Simeón al contemplar en sus brazos al Mesías tiene su contrapunto en
la profecía: una espada te atravesará el alma, pues el Niño será signo de
contradicción. Contemplando a la
familia de Nazaret, Jesús, José y María, advertimos el designio originario de
Dios, sobre el hombre.
Al cabo de tres días
le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles.
Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus
respuestas (...) Y su madre conservaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2,
46-47. 51).
Jesús, con
doce años cumplidos, y por ello adulto
y sabio en la Palabra de Dios, peregrina en Pascua a Jerusalén según la ley,
quedándose una vez terminada la fiesta en el templo en medio de los doctores,
ocupándose de las cosas de su Padre.
Contemplando
al Señor encontramos luz para entrar en el reino y seguir sus pasos hasta el
Calvario, porque Cristo es la luz del mundo (Jn 8, 12), como se manifiesta
especialmente en los misterios de su vida pública, cuando anuncia y hace
presente en sí mismo el espíritu de las bienaventuranzas, iluminando nuestras
vidas, para saber de dónde venimos, a dónde vamos y cómo vivimos.
La madre acompaña al Hijo en su misión, sabe de sus caminos, de sus
palabras, de sus milagros; al menos lo lleva en el corazón (Mc 3, 31-35).
Estos misterios se llaman de luz, no porque los demás no lo sean, sino
porque de este modo podemos advertir que todos los misterios de nuestra fe son
verdaderos puntos de luz, donde nos vemos y vemos.
Primer
Misterio. Bautismo de Cristo en el
Jordán
En el instante en que
salía del agua vio los cielos abiertos y el Espíritu, como paloma, que descendía
sobre él, y se dejó oír de los una voz: Tú eres mi Hijo amado, en quien yo me complazco (Mc 1,
10-11).
Cristo, el
inocente cargado con nuestros pecados (2 Cor 5, 21), entra en el agua del Jordán
y entonces se iluminan los cielos y se oye la voz del Padre, mientras el Espíritu
desciende sobre Él y le empujó al desierto, hasta que se cumplió el tiempo.
En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer ¿qué no va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que Él os diga (Jn 2, 3-5).
Cristo,
transformando el agua en vino en las Bodas de Caná, su primer milagro, abre el
corazón de los discípulos a la luz de la fe, mediante la mediación de Nuestra
Señora, que nos precede en medio de nuestras dificultades.
Los milagros reflejan la gloria de Dios
y, viéndolos los hombres, se volverán a Dios.
Santo Domingo de Guzmán, representado con una estrella en la frente,
llevaba en su rostro la gloria de Dios y muchos al verlo
se encontraron con Dios.
Cumplido
es el tiempo y el reino de Dios está cercano; arrepentíos y creed en el
Evangelio (...) Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.
Al instante, dejando las redes, le siguieron (...) ¿Qué es esto?
Una doctrina nueva y revestida de autoridad, que manda a los espíritus
impuros y le obedecen (Mc 1, 15. 17-18. 27-28).
La predicación
de Jesús anuncia la presencia luminosa del Reino en medio de nosotros y, por
eso, exige la conversión y perdona los pecados a quienes con humildad aceptan
la Palabra y abandonan el pecado; ministerio éste que Cristo continúa en la
Iglesia especialmente a través del Sacramento de la Penitencia.
Mientras oraba el
aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y
resplandeciente. Y he aquí que dos
varones hablaban con Él, Moisés y Elías, que aparecían gloriosos y le
hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén (...)
Salió de la nube una voz que dijo:
Éste es mi Hijo elegido, escuchadlo (Lc 9, 29-31.
35).
La escena
evangélica de la Transfiguración del Señor en el Tabor, donde tan bien se está,
nos impulsa a fijar los ojos en la gloria de Dios resplandeciente en el rostro
de Jesús, descubriendo la voluntad de Dios en los misterios de su vida terrena
hasta percibir el fulgor divino en su futura resurrección.
Contemplando este rostro nos disponemos para entrar en el misterio de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, aceptando la palabra acreditada por los profetas
y asumiendo la cruz que nos lleva a la luz.
Mientras comían, tomó
pan y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, ése es mi cuerpo.
Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó, y bebieron de
él todos. Y les dijo: ésta es mi
sangre de la alianza, derramada por muchos (Mc 14, 22-24).
Cristo se
hace alimento y bebida, entregándonos su Cuerpo crucificado y su Sangre
derramada, testimoniando así su amor por el hombre hasta el extremo de dar la
vida. El sacrificio de la Eucaristía,
fiesta del amor divino más que justo rescate por nuestros pecados, es la gran
exultación donde los nuevos cielos e llenan de luz y los hombres se hacen
hermanos.
Los
Evangelios relatan los misterios dolorosos del Señor y la piedad cristiana,
sobre todo en Cuaresma y Semana Santa contemplan su Pasión y Muerte en el Vía
Crucis y en el Triduo Pascual, cumbre de la revelación del amor misericordioso
de Dios. El Rosario nos introduce
en la contemplación del rostro crucificado de Cristo, que se completará con la
contemplación del rostro exaltado. La
última palabra no es la muerte, sino la vida y la vida eterna.
El Rosario nos impulsa a pasar por la Pasión con la esperanza de llegar
a la Resurrección.
Llegaron a un
lugar cuyo nombre era Getsemaní, y dijo a sus discípulos: sentados aquí
mientras voy a orar. Tomando
consigo a Pedro, Santiago y Juan,
comenzó a sentir miedo y angustia, y les decía: triste está mi alma hasta muerte; permaneced aquí y velad (Mc
14, 32-34).
Cristo tiene
una experiencia muy especial en Getsemaní, como se muestra en las gotas de
sangre que llegan al suelo. Experimenta
la debilidad de la carne ante la voluntad del Padre, que ha querido que su Hijo
amado cargue con los pecados de la humanidad.
La angustia no nace de la muerte, sino de morir como un pecador, lejos de
Dios Padre. Que nuestra respuesta
sea también: No se haga mi
voluntad, sino la tuya.
Pilato,
queriendo dar gusto a la plebe, soltó a Barrabas; y a Jesús, después de haber
mandado lo azotaran, le entrego para que le crucificaran. (Mc 15, 15).
Contemplar la
flagelación de Cristo, siendo introducidos por el Espíritu en este misterio
insondable para el hombre, nos capacita para no resistirse al mal.
Nada importa, sólo Dios basta. Al
fin y al cabo, por todas partes encontramos las huellas de Cristo, que nos ha
precedido en la muerte y en la vida, llevando nuestros pecados.
Los soldados le
llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte,
y le vistieron de púrpura, y después de ceñirle una corona de espinas,
comenzaron a mofarse de él, diciendo: Salve,
rey de los judíos. Y le herían en
la cabeza y le escupían e, hincando la rodilla, le hacían reverencias (Mc 15,
16-19).
En el oprobio
e ignominia del Ecce homo vemos, no sólo la realidad humana del hombre, sino
sobre todo la suprema revelación del amor de Dios. El rostro doloroso de Cristo revela la realidad del hombre.
Por las humillaciones aceptadas llegaremos a gustar el don de la
humildad, gozándonos en la grandeza de Dios.
Cuando le llevaban,
echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron
con la Cruz para que la llevase en pos de Jesús.
Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se herían y
lamentaban por él. Vuelto a ellas,
Jesús les dijo: Hijas de Jerusalén,
no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos (Lc
23, 26-28).
Acompañar a
Jesús en el camino de la Cruz es una experiencia poderosa, si tomamos en peso
nuestra condición pecadora, que explica
lo que hizo Cristo para sacarnos de nuestra esclavitud.
Además, contemplando a Cristo cargado con la Cruz, experimenta uno la
necesidad de hacerse cirineo en cada hermano oprimido.
Era ya como la hora de
sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, se
oscureció el sol y el velo templo se
rasgó por medio. Jesús, dando una
gran voz, dijo: Padre, en tus manos
entrego mi espíritu; y diciendo esto expiró (Lc
23, 44-46).Cristo se ha
humillado hasta la muerte y muerte de Cruz.
El creyente, enamorado de Cristo, revive la muerte de Jesús
permaneciendo con la Virgen María a los pies de la cruz, abrazando el cuerpo
del Señor, para así entrar en el misterio del amor inefable de Dios y verse
transformado
MISTERIOS DE
GLORIA (miércoles y domingo)
Los misterios
gloriosos, que alimentan en nosotros la esperanza del cielo, nos muestra la vida
nueva en la comunidad de la Iglesia. Iniciamos
este itinerario de gloria del Hijo
y de su madre, mientras peregrinamos por este mundo, sabiendo que quien ha visto
a Cristo resucitado se llena de alegría y recibe la capacidad de anunciarlo
gozosamente a los demás, como la Magdalena y los discípulos de Emaús.
Primer Misterio.
La Resurrección del Señor
No temáis vosotras,
pues sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No está aquí: ha
resucitado, según lo había dicho. Venid
y ved el sitio donde fue puesto. Id
luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os
precede a Galilea; allí le veréis (Mt 28,
5-7).
El Rosario confiesa la
vida gloriosa de Cristo exaltado y nosotros contemplando al resucitado
encontramos los fundamentos de la fe y la alegría profunda de María cuando su
Hijo glorificado vino a su
encuentro, en la mañana de Pascua. Contemplando
la gloria de Cristo resucitado se entra en un mundo más hermoso y en una
Iglesia resplandeciente.
Segundo Misterio.
La Ascensión del Señor a los Cielos
Y mientras les bendecía
se alejaba de ellos y era llevado al cielo.
Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con grande gozo.
Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,
51-53)
Jesús es glorificado
subiendo por su propio poder a los cielos y sentándose a
la diestra de Dios Padre Todopoderoso.
Porque se humilló hasta la muerte, fue exaltado y ahora toda rodilla se
dobla ante Él en el cielo, en la tierra y en los infiernos.
Tercer Misterio. La Manifestación del Espíritu
Santo
Vosotros, pasados no
muchos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo (...) recibiréis el
poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra (Hch 1, 5.
8).
Pentecostés es el
nacimiento de la Iglesia en torno a María, avivada por la efusión impetuosa
del Espíritu Santo y enviada a la evangelización del mundo.
Cuarto Misterio.
La Asunción de la Virgen María al Cielo
Ya entra la princesa,
bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con
séquito de vírgenes; la siguen sus compañeras; las traen entre alegría
y algarza, van entrando en el palacio real (Sal 45(44) 14-16).
Nuestra Señora, por
especialísimo privilegio, fue
subida a los cielos por los ángeles en cuerpo y alma, anticipando así el
destino final de todos los santos,
con la resurrección de la carne; por eso, las almas de los santos gozan ya en
el cielo de la presencia de Dios y de la plena compañía de Cristo y de María.
Quinto Misterio.
La Coronación de María como Reina
Apareció en el cielo
una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies,
y sobre la cabeza una corona de doce estrellas; y estaba encinta (Ap 12,
1-2).
María resplandece de
gloria en el cielo, coronada como reina de los ángeles y santos, signo de lo
que un día será la condición de
la Iglesia en el cielo. Contemplando
a Cristo y a su Madre en la gloria nos alegramos de nuestro destino, si nos
dejamos sanar y trasfigurar por el Espíritu Santo.
5. PROPUESTAS PARA MEJORAR EL REZO DEL ROSARIO
El enunciado del
misterio: Contemplar al mismo tiempo, una imagen que represente el
misterio a meditar.
La escucha de la
palabra de Dios: Proclamar el texto
bíblica correspondiente.
El silencio:
Después de enunciar el misterio y proclamar la palabra, esperemos unos
momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención en el
misterio meditado.
Rezo pausado del Ave
María: el centro del Ave María es
el nombre de Jesús, en el rezo apresurado no se percibe, este es el aspecto
central y relación con el misterio de Cristo que se está contemplando.
Rezo adecuado del
Gloria: Es la cúspide de la contemplación, por lo que
podría ser cantado para dar mayor fuerza.
Jaculatoria final:
Que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos
de la meditación de los misterios.
Inicio y conclusión
adecuados: El inicio puede darse con
el salmo 69: “Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme”,
y se concluye rezando por las intenciones del Papa y la Iglesia.
6.SUGERENCIAS PASTORALES
Dar a conocer a los
fieles la carta Apostólica de Juan Pablo II acerca del Rosario.
Habrá unas fichas sencillas para este estudio.
Promover el rezo del
Santo Rosario en las familias católicas para orar por la paz y las vocaciones.
Se entregará una pauta a las familias que se comprometan a rezar el
Rosario.
Organizar en Capillas y
Templos ojalá cada semana un día para orar en comunidad el Santo Rosario,
siguiendo los criterios dados más arriba (“propuesta para mejorar el rezo del
Rosario”). Es una actividad que se puede confiar a laicos en su organización
y ejecución, con la participación de pastores y consagrados.
Inician de manera pedagógica a los niños y jóvenes en el rezo.
Osorno, 28 de febrero de 2003.