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COMENTARIO SEMANAL DE MONS. ALEJANDRO GOIC´ K.

Domingo 06 de abril Domingo 13 de abril
Domingo 20 de abril Domingo 27 de abril


DOMINGO 06 DE ABRIL


LAS RAZONES DE LA GUERRA

 
La guerra ha sido desencadenada, el sufrimiento es atroz, han muerto centenares de civiles y también soldados; hay miles de heridos, se han destruido pueblos y ciudades; todo ello  es parte del paisaje diario con que los medios de comunicación nos bombardean.

 La llamada “guerra preventiva” es simplemente una guerra de agresión, no justificable desde el punto de vista moral y del derecho internacional. Para intervenir hace falta tener pruebas y la guerra debe ser siempre la última opción bajo condiciones muy estrictas, que en el conflicto actual, claramente no se han dado.

 Siendo indiscutible la necesidad de mantener un orden internacional justo, que salvaguarde el bien común universal y vele por el cumplimiento de los acuerdos firmados por los Estado, se ha de afirmar como lo ha hecho el Papa Juan Pablo II, que “la guerra nunca es un medio como cualquier otro, al que se puede recurrir para solucionar las disputas entre las naciones”.

 Desgraciadamente se han desoído todas las voces, se ha pisoteado el Derecho Internacional y las consecuencias trágicas están a la vista. ¡Qué retroceso más grande de nuestra humanidad!

 Los instrumentos más apropiados para combatir el terrorismo “son la diplomacia y los servicios secretos” ha sostenido el Arzobispo Renato Martino, Presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz. Y añadió: “Además, siempre hay que recordar que para eliminar el fenómeno terrible del terrorismo no basta reprimir a los terroristas. Hace falta también que los países ricos se pongan una mano en la conciencia y reconozcan su responsabilidad para con esas sociedades, cuyos jóvenes viven un presente terrible y no tienen esperanzas razonables para un futuro más digno, es más, carecen de futuro, tanto que para ellos vivir o morir es lo mismo. El vivero del terrorismo se encuentra en esas realidades en que domina la pobreza”.

 El Obispo católico Jacques Ishaq, rector de la Facultad Teológica de Bagdad ha dicho recientemente: “Hay intereses económicos, hay petróleo. Nuestra desgracia es que somos un país rico en todo. Y muchos apetecen nuestras riquezas. También somos ricos en cultura. Somos el primer pueblo que descubrió la escritura y también la Biblia habla de nosotros”.

 Gracias a Dios, la opinión pública mundial ha alzado su voz con coraje para rechazar esta guerra absurda. Ahí puede surgir una fuerza incontenible que modifique el horror actual.

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DOMINGO 13 DE ABRIL

DOMINGO DE RAMOS 2003.


 En este Domingo de Ramos, con el que iniciamos la Semana Santa 2003, se proclama en las celebraciones litúrgicas la Pasión del Señor, la página más dramática del Evangelio. Nos muestra la profundidad del dolor de Cristo, y la seriedad de su camino a la Cruz. “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”, clama Jesús desde la Cruz. Es la expresión dramática de la soledad y del dolor de un moribundo, que se siente olvidado incluso por Dios. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta la profundidad de la misma muerte.

 Pero la muerte no es la última palabra: está abierta a la  esperanza y a la vida. Los creyentes de todo el mundo celebramos a lo largo de esta Semana el misterio central de nuestra fe, meditamos y oramos sobre ese  camino salvador de Cristo.

 En la narración de la Pasión de Jesús, entre tantas injusticias y malos tratos, injurias y torturas, entre tanto sufrimiento y la misma muerte, hemos de ver que es el amor de Jesús el que nos salva. Es toda la vida de Jesús, llena de amor, la fuente de nuestra salvación, no sólo su muerte. A veces parece como si creyéramos que Jesús vino al mundo con el único designio de sufrir en la Cruz. Al contrario, hemos de centrar la redención de Jesús no en el sufrimiento, sino en el amor. Jesús no buscó de una manera intencionada la Cruz. Esta llegó como consecuencia de su vida y en élla misma no tendría sentido; lo tiene como manifestación del máximo amor que consiste en dar la vida por los que uno ama.

 Por ello, la entrega de Jesús hasta la muerte en Cruz nos lleva a seguirle en su generosidad y amor para construir el Reino de Dios y aceptar, eso si, los sufrimientos que esta opción nos puede reportar.

 Un signo importante de la Liturgia de hoy es la aclamación a Cristo con los ramos bendecidos. Los orígenes históricos de los ramos se encuentran en el siglo IV en Jerusalén. Allí los fieles, volviendo a pasar por los correspondientes lugares históricos, evocaban de la manera más  realista que podían la entrada triunfal de Jesús en la Ciudad Santa de Jerusalén

 Con los ramos bendecidos y la aclamación a Cristo Salvador, iniciamos pues, la Semana Santa 2003. Uniéndonos a todos los que en nuestro mundo actual, gritan como Jesús en la Cruz: “¡ Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Es el grito desgarrado de mujeres y niños inocentes en Irak, de los enfermos de Sida discriminados y rechazados por la sociedad, de los pobres y de los que no tienen ningún poder. Por todos ellos, por todos nosotros se da en la Cruz el mismo Señor. El es nuestra esperanza, nuestro camino, nuestro Salvador. El, en el patíbulo de la Cruz, nos hace comprender que la vida merece vivirse cuando es don, entrega donación absoluta. El muere para que nosotros tengamos vida. El es “la Vida”.

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DOMINGO 20 DE ABRIL

LA ALEGRÍA DEL RESUCITADO.

 
Hoy es Pascua. La comunidad creyente vive el gozo de la Resurrección porque en Cristo la vida ha triunfado. Una alegría que tiene  su origen en la constatación del triunfo de la Vida en el acontecimiento histórico Jesús de Nazaret. Todo lo que El hizo y dijo, toda la pasión que puso en las cosas, lo ha reivindicado Dios como vida verdadera en la resurrección. Vivir como vivió el nazareno tiene futuro, está abierto a la esperanza. Y eso es noticia alegre para todos los que se abren a esta Vida  Nueva del Resucitado y de su mensaje liberador.

 La Resurrección es una energía dinámica que no se limita a reestablecer la situación que existía con anterioridad sino que desencadena una nueva manera de entenderlo todo. En las apariciones de Jesús Resucitado triunfa el reconocimiento, la reconciliación, la curación y la verdad, triunfa la vida.

 Los alcanzados por la resurrección son hombres y mujeres renovados que ya no pueden hacer otra cosa más que anunciar al mundo a Jesucristo y la novedad del Reino, tal como lo aprendieron y lo contemplaron en la vida entregada del Maestro.

 Y eso es lo que los cristianos, desde la Resurrección y hasta el fin de la historia, proclaman en la certeza más absoluta del cumplimiento de la promesa del Resucitado: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”. (Mateo 28,20).

  Dos mil años de historia lo comprueban. En momentos favorables y en momentos de persecuciones. En fidelidades extremas al Maestro hasta dar la vida por El. Son los miles y miles de mártires que a lo largo de la historia han preferido perder la vida por amor a Jesús, antes que abjurar de su nombre y de su condición de discípulos. También en medio de las infidelidades y traiciones, en componendas con los poderes del mundo de muchos de sus seguidores. El nombre y la persona de Jesús sigue fascinando y continuará fascinando a hombres y mujeres de todas las latitudes y de toda condición social.

 Esa fascinación radica en la coherencia de su vida y de su mensaje, en la fuerza liberadora de su muerte-resurrección. En el hecho de responder salvadoramente a los dos grandes limites de cada ser humano, de la cual nadie puede salvar, sólo El: el egoísmo y la muerte. Sólo El, que es Amor Puro y Vencedor de la muerte, puede redimirnos verdaderamente. “Jesús es la piedra fundamental y para los hombres de toda la tierra no hay otro nombre por el que podamos ser salvados” (Hechos 4,12).

 ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!

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DOMINGO 27 DE ABRIL

   
SUEÑO DE 1º DE MAYO


El miércoles 30 de abril a las 19.15 en la Catedral de Osorno habrá una celebración especial para conmemorar el Día del Trabajo. En esa ocasión se reconocerá el trabajo sencillo, abnegado, honesto, de hombres y mujeres de toda la Provincia. Son muchos, los que de manera anónima, humilde y silenciosa, en sus labores diarias, van construyendo ciudad, patria, con nobleza y desinterés.

 En la proximidad, pues, del Día del Trabajo, parece oportuno recordar que la persona humana es causa, fin y sentido de todas las instituciones sociales. La persona humana tiene primacía sobre cualquier otra realidad visible. De esa dignidad de la persona, brota con fuerza el derecho a la vida y a la calidad de vida, el derecho de toda persona a satisfacer las necesidades básicas, el derecho al trabajo.

 Otro principio que debe animar la relación entre el capital y el trabajo es el de la solidaridad, que es una disposición permanente del espíritu personal y comunitario, una virtud que consiste en una “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. (Juan Pablo II).

 Vivir la solidaridad significa entrar en un proceso de conversión personal y comunitario, superando las dos formas de pecado social más graves: el afán de ganancia exclusiva y la sed de poder. Vivir la solidaridad es reconocer en cada ser humano y en cada pueblo a un hermano y amigo potencial, cultivando una amistad creciente que anticipe la plenitud de la comunión definitiva.

 Una auténtica organización social debe optar preferentemente por las más pobres de cada País. Los pobres  son todas las personas, sectores sociales y pueblos que tienen graves dificultades para satisfacer sus necesidades básicas (alimentación, salud, vivienda, educación, recreación, etc) y vivir la vida en forma digna.

 Hay otras formas de pobreza que deterioran gravemente la existencia, como la enfermedad prolongada o incurable, la falta de afecto, de reconocimiento y aprecio y todas las formas de marginación. Todos los que padecen de mayores necesidades en la sociedad requieren de un amor y preocupación preferente, para que como personas y como comunidades de personas, pasen de condiciones de vida menos humanas  a condiciones de vida más humanas.

 Al celebrar el 1º de mayo a San José, Patrono de todos los trabajadores del mundo, estas reflexiones puedan hacerse vida en nuestra Provincia y en el País entero.

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