volver Mons. Alejandro Goic´ Inicio Pagina
COMENTARIO SEMANAL DE MONS. ALEJANDRO GOIC´ K.
Domingo 01 de diciembre | Domingo 08 de diciembre |
Domingo 15 de diciembre | Domingo 22 de diciembre |
Domingo 29 de diciembre |
UNA VOZ DE ALERTA
El País ha vivido situaciones complejas en las últimas semanas. Los Obispos de Chile hemos analizado la realidad con la mayor profundidad posible y la búsqueda de la verdad en nuestra reciente Asamblea Plenaria. Se ha vivido y aún se vive un ambiente de controversia con motivo de diversos escándalos ocurridos en diversas instituciones fundamentales de la vida nacional.
En parte de nuestro análisis señalamos
que en el ánimo de muchos chilenos parece que pesan más los escándalos que
las conductas ejemplares, la inseguridad que la protección
que recibimos, los casos de
corrupción que el clima de honestidad, la persistencia
de la pobreza que la disminución del número de pobres, lo que falta por
hacer en salud y educación , que los logros alcanzados con el esfuerzo
continuado de muchos gobiernos de los últimos decenios.
La
misma Iglesia ha sufrido por las faltas de
algunos de sus miembros, y hemos reafirmado
que , “que no hay lugar en el sacerdocio
y en la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes”.
A
todos nos cabe una profunda renovación espiritual
y moral. Las Instituciones
del País son fundamentales para su desarrollo
y su continuidad histórica. Los
medios de comunicación social
tienen, de manera particular, una especial responsabilidad.
Muchos de los dolorosos
episodios de estos días – narcotráfico, pedofilia, corrupción – etc. han
sido oportunamente denunciados y puestos a la luz pública. Y
eso es bueno para la sociedad en su conjunto.
Pero al mismo tiempo, en
esta etapa de profundas transformaciones, se exige de los Comunicadores y de los
responsables de los Medios el mayor rigor ético
y profesional, poniendo especial cuidado en la
confiabilidad de la fuentes, y en una preocupación
prioritaria en el servicio
a la verdad, con respecto por la honra de las personas.
Decimos a propósito los Obispos: “Aunque
no sea tarea fácil, deben presentar
las noticias, presumiendo siempre la inocencia de quienes
no han confesado su culpa ni han sido condenados...velar por las
Instituciones del País, presentado no sólo aquellos casos
que desacreditan a sus representantes, sino también aquellos que las
prestigian, y que son los más numerosos”.
La
sociedad chilena espera de todos sus dirigentes un gran coraje para enfrentar
con verdad, dignidad y respeto estas dolorosas situaciones.
En las crisis se ve la
grandeza de un pueblo. Una crisis asumida en serio
puede llevarnos a caminos nuevos
de convivencia y de paz. Al
interior de nuestra Iglesia, de
mayor santidad y fidelidad al Cristo que
viene en Navidad a hacer nuevas todas las cosas.
INMACULADA CONCEPCION.
Hoy el mundo de los creyentes celebra a la Virgen María en la fiesta de la Inmaculada Concepción. En este tiempo de Adviento – preparación a la Navidad – aparece la figura de esta mujer única en la historia humana. Es la Virgen de la Esperanza en el recuerdo de la primera venida del Señor. Es Virgen del Camino, adelantada en la peregrinación de la Iglesia que espera la venida definitiva del Señor.
Inmaculada Concepción: la Virgen nació del amor de sus padres y desde el inicio de su vida, es decir desde que fue concebida, estuvo llena de la gracia de Dios y libre de todo pecado, en vistas a la misión para la que Dios la preparaba y escogía: ser Madre de Jesucristo, el Redentor de los hombres. Desde el inicio de su vida, la Virgen María es la imagen del futuro de toda la humanidad: llena de la gracia de Dios. María es la primera redimida, libre del pecado que entristece y echa a perder la vida.
Todos somos testigos del mal en nuestro mundo, y siendo profundamente sinceros, del mal presente en nuestra propia existencia. La gran pregunta: ¿será derrotado el mal algún día? ¿En el mundo, en nosotros? ¿Existe una esperanza? ¿Es posible la esperanza, de la que este tiempo de Adviento nos habla con extraordinaria fuerza? La fiesta de hoy de la Inmaculada Concepción es la respuesta. En María la victoria sobre el pecado, causa de todos los males e injusticias, ha sido anticipada. En el muro del mal se ha abierto una brecha que nadie puede cerrar y por la que podemos pasar.
En el origen de la humanidad (Génesis 3) se inaugura la cadena del mal que del corazón humana pasa a las relaciones humanas y de éstas a todo el universo. ¿Quién romperá este encadenamiento del mal? ¿Dónde encontrar un punto de apoyo para la esperanza? Empezó en esta mujer sencilla, escogida y “llena de gracia”. En su disponibilidad radical a la voluntad de Dios se realiza la gran noticia: en su Hijo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, la cadena del mal comienza a romperse, es posible la esperanza. Es posible salir de la espiral del odio, de la violencia, del mal profundo presente en cada corazón humano.
El pueblo intuye en esta fiesta de la Inmaculada todo esto. Esta fiesta contiene un gran anuncio para toda la humanidad: la derrota del pecado. Aunque pareciera lo contrario, la historia está sostenida por la bendición de Dios en su Hijo Jesucristo, nacido de la mujer “llena de gracia”. Por ello hoy peregrinamos en todas partes del mundo. En Osorno, en el Campo de Oración en Pilauco.
JUAN
BAUTISTA Y EE.UU.
La misión especial de las Naciones Unidas está realizando actualmente su
trabajo en Irak. Deberá
emitir pronto su Informe. Mientras
tanto se sigue escuchando acerca de los preparativos bélicos de la primera
potencia mundial en contra de Irak. ¿Es
la guerra la solución a las acciones terroristas? ¿Es justo atacar a un País
como Irak, si se comprueba que carece de las armas y arsenales que se supone que
tendría?
Un
Obispo le ha escrito recientemente al Presidente de los Estados Unidos.
En parte de su carta le señala: “Usted
dijo que éramos el objetivo del terrorismo porque defendíamos la democracia,
la libertad y los derechos del hombre en el mundo.
Esto es absurdo, Señor Presidente”.
Y
más adelante le señala: “Somos el objetivo de los terroristas, porque en la
mayor parte del mundo nuestro gobierno ha defendido la dictadura, la esclavitud
y la explotación humana. Somos el objetivo de los terroristas porque somos odiados, y
somos odiados porque hemos hecho cosas odiosas. En cuántos países agentes de nuestro gobierno han expulsado
a los líderes elegidos por sus pueblos reemplazándolos por dictadores
militares, por marionetas deseosas de vender a sus propios pueblos a las
multinacionales norteamericanas”.
Y
terminaba así su carta el Obispo norteamericano a su Presidente:
“Debemos ser buenos en vez de ser malvados.
¿Quién entonces tratará de detenernos? ¿Quién nos odiará? ¿Quién
podrá bombardearnos? Esta es la
verdad, Señor Presidente. Es esto
lo que el pueblo norteamericano necesita
oír”.
Me
impresionó la carta de este hermano Obispo de Estados Unidos.
Por su tremenda libertad evangélica.
Me recordó la libertad de
espíritu de Juan el Bautista, que aparece en el Evangelio
que este domingo se proclama (Jn 1, 6-28).
La palabra de Juan pide preparar el Reino, poner voz para ocultar los
silencios culpables, trabajar con humildad, ser portadores de la paz mesiánica,
ser testigos alegres y creíbles del Mesías que viene.
Hoy Juan , como el hermano Obispo de USA, clamaría por la paz, por el
respeto a los derechos de todos los pueblos, especialmente de los más débiles
y pobres, por una justa redistribución de los bienes, por el rechazo a todas
las formas de guerras (defensivas, ofensivas, preventivas, etc.) que lo único
que traen es dolor, violencia miseria, muerte.
Es el camino de los que creemos en el Señor que nace en Belén.
Es el camino del Evangelio. Es
el camino de tantos hombres y mujeres de buena voluntad, que sin tener el don de
la fe, creen, anhelan, esperan y trabajan por un mundo más digno y humano para
todos.
NAVIDAD
“Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de
los que creen en El, sino que tengan vida eterna” (Jn. 3,16) San Juan
sintetiza en esta afirmación la maravilla que es Navidad.
Navidad es un misterio de pobreza: “lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada” (Lc. 2,7). Sólo si nos acercamos a este Niño con corazón de pobre, podremos descubrir y valorar la gran riqueza de vida que ha venido a traernos.
Navidad es un misterio que reclama la fe: “los pastores fueron a Belén a ver al niño acostado en el pesebre” (Lc. 2,16). Con los ojos del cuerpo, los pastores sólo ven a un niño como los demás: que llora, duerme, necesita alimento.... Pero con los ojos de la fe, adivinamos en él la presencia del Señor, del Mesías Salvador.
Navidad es un misterio que nos invita a ser contemplativos: “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc. 2,19). Como María, a través de la oración, debemos conservar y meditar en el corazón el gran don que Dios nos hace. Así llegaremos a descubrir y vivir toda su grandeza y profundidad.
Navidad es un misterio de amor: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene. En que Dios envió al mundo a su Hijo Único” (I Jn. 4,9). Quien ama de veras no se limita a dar cosas, sino que llega a darse a si mismo. Quien ama de veras no espera a que sea el otro quien dé el primer paso de darse, sino que es él quien toma la iniciativa.
Navidad es un misterio impregnado de humildad: “Jesucristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Fil 2, 6-7). Sólo si nos acercamos con sencillez y humildad al Niño de Belén, llegaremos a descubrir y vivir el gran misterio de amor que impregna toda su vida.
De nuevo se nos invita a celebrar la Navidad. De nuevo debemos vivirla y celebrarla con fe profunda y sincero gozo y agradecimiento. ¡Dios está en medio nuestro! ¡ Dios se hizo uno de nosotros! ¡En todo ser humano hay algo de divino! Ahí radica el fundamento de nuestra inmensa grandeza. A toda la comunidad osornina, ¡ Feliz Navidad !
PAZ: UNA TAREA PERMANENTE.
Al inicio de cada año al Papa Juan Pablo IIº entrega a todas las personas de buena voluntad del mundo entero el Mensaje de la Paz. El de esta jornada –1º de enero de 2003- se titula: “Paz en la tierra: una tarea permanente”.
El Mensaje recuerda los grandes principios de la paz que el Papa Juan XXIII señalara en su histórica Carta Encíclica Pacem in Terris (11- abril- 1963). El Papa Bueno -así llamaba el mundo a Juan XXIII- compendiaba su mensaje de paz al mundo en la primera afirmación de la Encíclica: “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”.
Con su espíritu clarividente, Juan XXIII indicó las condiciones esenciales para la paz en cuatro exigencias concretas del ánimo humano: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
La verdad será fundamento de la paz cuando cada individuo tome conciencia rectamente, más que de los propios derechos, también de los propios deberes con los otros. La justicia edificará la paz cuando uno respete concretamente los derechos ajenos y se esfuerce por cumplir plenamente los mismos deberes con los demás.
El amor será fermento de paz, cuando la gente sienta las necesidades de los otros como propias y comparta con ellos lo que posee, empezando por los valores del espíritu. Finalmente, la libertad alimentará la paz y la hará fructificar cuando, en la elección de los medios para alcanzarla, los individuos se guíen por la razón y asuman con valentía la responsabilidad de las propias acciones
¡Qué oportuno resulta para
nuestro mundo actual este Mensaje de Juan Pablo II al inicio del nuevo año!
Cuando se habla de guerras defensivas, ofensivas, preventivas, etc. que lo único
que traen es desolación, odio, violencia y muertes de inocentes, el líder
espiritual más importante de la humanidad nos recuerda los pilares básicos de
la paz y la necesidad de realizar gestos concretos de paz.
¡Felices los que trabajan por la paz! Nos dice Jesucristo, Príncipe de la Paz. En el inicio de un nuevo año nos comprometemos por la paz y el diálogo, único camino digno de nuestra condición humana. ¡A toda la comunidad osornina, Feliz Año 2003, en la esperanza de la paz basada en la verdad, la justicia, el amor y la libertad!