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COMENTARIO SEMANAL DE MONS. ALEJANDRO GOIC´ K.
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EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN
En Mayo se celebra el Mes de las Encíclicas Sociales, es decir la enseñanza
social de la Iglesia acerca de los problemas del ser humano y su relación con
la sociedad. La Iglesia de Osorno
hará en este mes una especial reflexión acerca del actual fenómeno de la
Globalización y sus implicancias éticas.
¿Qué entendemos por el fenómeno de la globalización?
Se trata de un proceso de unificación de los mercados y de homogeneización
de la producción mundial, según el modelo capitalista.
La cibernética y la informática orientan y dinamizan todo este proceso,
afectando, no sólo a la esfera económica, sino también a la política, la
social y a la cultura].
El proceso de globalización recibió un gran impulso a fines de
los años 80, con la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría.
La ruptura de las fronteras nacionales libera energías antes contenidas:
los mercados se amplían, el capital se transnacionaliza, se difunde por todo el
mundo multitud de productos y se socializan usos, costumbres, valores y
contravalores propios del modelo de vida capitalista.
Pero surgen también interrogantes sobre sus resultados concretos
y sobre todo, emergen nuevos y graves problemas: el narcotráfico, el lavado del
dinero sucio, el contrabando, el tráfico de armas, aumentan el terrorismo, los
secuestros, las nuevas amenazas a la ecología por los desechos nucleares y la
contaminación creciente.
Nos guste o no, más allá de interpretaciones favorables o
recriminatorias, el fenómeno de la globalización es un hecho que está
teniendo inmensas repercusiones a nivel mundial, con consecuencias muy
profundas, no solamente en el área del comercio o de la economía, sino en
todas las áreas económico-sociales y políticas de nuestra sociedad.
¿Qué pensar frente a este fenómeno?
Todo ser humano, por el mismo hecho de serlo, goza de una dignidad
inalienable. Dios creó al hombre y
a la mujer a su imagen y semejanza(Gen. 1,27). Y Jesús nos dice: "Les
aseguro que todo lo que hicieron por estos hermanos míos más humildes, por mí
lo hicieron" (Mt. 25, 40). Debemos
amar al otro por la simple razón de ser "otro". Por lo tanto, la
marginación, la exclusión y la pobreza contradicen radicalmente la dignidad de
las personas y el mandato universal del amor.
En la medida en que el modelo neoliberal excluye, en forma directa y
sistemática, a tantas y tantas personas de una participación humana y
equitativa, se aleja y enfrenta al proyecto de Jesús.
El
domingo pasado reflexionamos acerca del fenómeno de la globalización.
Continuamos hoy nuestro análisis acerca de un tema trascendente y complejo.
El
Papa Juan Pablo II en numerosos documentos señala que son fundamentales en la
globalización las exigencias éticas.
“Si
no hay ética –nos dice- el desarrollo será salvaje”. Es urgente volver
a lo humano. El énfasis
se ha puesto en el mero crecimiento y desarrollo económico, reduciendo las
complejas y variadas apetencias del ser humano a las de tipo material. El
desarrollo no puede limitarse a la acumulación de riquezas. La economía y los
economistas no pueden ser los máximos rectores de la política de nuestros países.
La política es el conjunto de propuestas y actividades ordenadas al bien común
de la sociedad.
La
satisfacción de las necesidades humanas fundamentales es el fin primario de la
economía. El fin de una economía no es el lucro ni la máxima rentabilidad. Una economía justa tiene que ser
una economía orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas, lejos
de los falsos criterios consumistas cuyos fines se reducen a la obtención de
las satisfacciones superfluas, efímeras o suntuarias. El lucro excesivo se
realiza muchas veces con la manipulación de las necesidades ajenas. El ansia
desmedida de lucro es uno de los errores básicos del liberalismo económico,
provocando una economía de interés exclusivamente individualista que
profundiza, cada vez más la brecha que separa a las clases privilegiadas de los
pobres. Juan Pablo II en su carta acerca de la preocupación por la cuestión
social reitera todos estos conceptos; recuerda la validez de la propiedad
privada, pero añade “que sobre ella grava una hipoteca social, es decir,
posee una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio
del destino universal de los bienes”.
Y
es el mismo Juan Pablo II que en su Mensaje de la Paz de Enero de 1998 acuñó
el término “ Globalizar la
Solidaridad”. El Papa comienza su mensaje reconociendo el fenómeno de
la globalización de la economía y de las finanzas como una realidad que se
expande con suma rapidez. “Estamos –dice- en los umbrales de una nueva era
que conlleva, a la vez, grandes esperanzas e inquietantes puntos
interrogativos”.
Lo
que preocupa, pues al Papa, no es la globalización en si, sino es el impacto
negativo que está teniendo sobre los pobres, como personas y como países.
GLOBALIZAR LA
SOLIDARIDAD (II)
Termino hoy esta reflexión ética acerca del importante tema de la globalización, realidad con tantas influencias hoy en las personas y en los países.
¿Cuál
es el rol de los organismos internacionales en el tema de la globalización? Los
organismos internacionales deben promover el sentido de responsabilidad respecto
al bien común para lograr una sociedad más equitativa en un mundo que se
encamina hacia la globalización. Nunca se debe perder de vista la centralidad
de la persona humana, que debe ser siempre el fundamento de todo proyecto
social. Hay que construir una verdadera comunidad mundial, basada en la
confianza recíproca y el mutuo respeto. El gran desafío actual consiste en
construir una globalización en la solidaridad, una globalización que a nadie
deje al margen.
Si
el objetivo es “Construir una
globalización sin dejar a nadie al margen”, no se podrá tolerar el
que un acaudalado viva al lado de un miserable y que unos pocos despilfarren lo
que los otros necesitan desesperadamente para vivir.
Es
necesario crear “redes globales de
solidaridad” de la sociedad civil, redes de organizaciones de derechos
humanos, redes de medios de comunicación alternativos, redes ecuménicas de
Iglesias, redes de defensa y protección del medio ambiente, redes de Bancos
populares para democratizar el crédito, redes para defender el derecho a la
vida y a una vida digna.
Iniciativas
en el campo de la salud, de la educación, de la vivienda. El gran reto actual
es el de inventar estas redes de solidaridad hacia una transformación
humanizante de nuestra sociedad.
Podríamos
resumir lo dicho diciendo que la nueva sociedad que soñamos y por la que
luchamos desde nuestra visión cristiana del mundo y de la economía y desde una
opción clara y solidaria por los más pobres, se caracteriza por las siguientes
primacías:
La
primacía de la vida sobre cualquier otro valor; la primacía de la persona
sobre todo poder; la primacía de
la ética sobre la técnica; la primacía del trabajo sobre el capital y la
primacía de la justicia sobre el orden.
En la reciente Asamblea Plenaria del Episcopado de Chile (13 – 17 de mayo), entre otros muchos e importantes temas de la Iglesia y de la realidad, tratamos, con la asesoría de profesionales y especialistas, el tema de los abusos sexuales con menores de edad por parte de algunos eclesiásticos. Este asunto ha sido destacado en los medios de comunicación social, tanto por lo acontecido en países extranjeros como por algunos casos aislados sucedidos en Chile, que en estos momentos están en manos de la justicia. A ella corresponde determinar la veracidad de las denuncias y las responsabilidades que procedan. La Iglesia acogerá respetuosamente su veredicto, pero mientras tanto llama a todos, a que, como en todos caso judicial, se respete el principio legal de que se presume la inocencia de un acusado mientras un Tribunal no declare lo contrario.
Con
el Papa Juan Pablo II señalamos
“que el tipo de abuso que ha
causado esta crisis, es justamente considerado como un crimen por la sociedad”
y “es también un espantoso pecado a los ojos de Dios”, y que todos debemos
saber “que no hay lugar en el sacerdocio
y en la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes”.
Señalamos también que nos duele profundamente lo ocurrido con las víctimas
y sus familiares.
Manifestamos
además, que pese a las graves faltas de algunos de sus miembros la Iglesia y su
obra en el mundo conserva toda su belleza, una verdad que toda crítica
intelectualmente honesta reconocerá, y expresamos nuestra gratitud y nuestro
reconocimiento a la inmensa mayoría de sacerdotes, diáconos, religiosas y
religiosos y personal apostólico que en medio de muchos trabajos y
dificultades viven con alegría y sinceridad los sagrados compromisos contraídos
ante Dios y en servicio de la comunidad.
Estos
sucesos nos mueven a manifestar, con el Papa, que los Obispos estamos
“totalmente comprometidos en la plenitud de la verdad católica sobre asuntos
de la moral sexual”. Por eso
junto con denunciar, sin escapismos, el mal presente en nuestra Iglesia y llamar
a superarlo, no debemos olvidar que esto se da en el contexto de un mundo que,
equivocadamente, ha hecho de la total
libertad sexual una de las banderas de lucha de la modernidad, y
que crea un ambiente que contribuye a la pérdida del verdadero y hermoso sentido del amor y de la sexualidad humana.