HOMELIA EN LA EUCARISTÍA DE TOMA DE POSICIÓN DE LA DIÓCESIS DE OSORNO DEL OBISPO ALEJANDRO GOIC´ KARMELIC´ (25 DE NOVIEMBRE DE 1994)
CONVOCADOS POR JESUCRISTO
Queridas hermanas y queridos hermanos:
"A todos Ustedes que creen en Cristo, reciban gracia y paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesús, el Señor "(Ef. 1, 2).
INTRODUCCIÓN Y SALUDOS
Al iniciar hoy, mi ministerio pastoral en esta querida Iglesia diocesana de Osorno, mi saludo de hermano y amigo a todos: a los hermanos Obispos que tan generosamente nos acompañan, como un signo de comunión eclesial; a los hermanos de la directiva de la Conferencia de Religiosos de Chile; al Sr Administrador Diocesano que, con especial entrega ha tenido la responsabilidad de la conducción de esta Iglesia particular casi todo este año; saludo de afecto a todos los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos, a los diáconos permanentes y sus esposas, a los seminaristas, a todos los fieles y a toda la comunidad osornina; saludo de aprecio y respeto a los Señores Parlamentarios, a todas las Autoridades de la Provincia y de la Región, y a todas las organizaciones de la comunidad.
Saludo con especial afecto a hermanas y hermanos muy queridos de las comunidades diocesanas de Punta Arenas, Concepción y Talca, con quienes hemos compartido la pasión por el Reino y el amor a Jesucristo. Gracias por el apoyo, el afecto, la cercanía, la generosidad en la misión evangelizadora.
Saludo a amigas y amigos venidos de diversos lugares del País, a compartir en la fe este momento de gracia de la Iglesia de Osorno. Saludo a mis dos queridos hermanos en la sangre, y familiares presentes en esta celebración. Permítanme hacer memoria agradecida de mis amados y buenos padres y de mi hermano mayor que han vivido ya su paso de este mundo a la Casa del Padre.
Por primera vez me reúno con ustedes como hermano y Obispo de esta comunidad. Por primera vez nos reunimos juntos como Iglesia diocesana de San Mateo de Osorno en torno a Jesucristo que nos ha convocado en la fe.
En esta ocasión, una vez más, quiero repetir las palabras que pronunciaba al iniciar mi misión de pastor en 1979: "Con la confianza total en el Señor y en Uds., con humildad y en espíritu de servicio, quiero integrarme a la acción pastoral de esta querida Iglesia. Quiero hacer mías sus inquietudes y búsquedas. Quiero compartir sus alegrías y sus sufrimientos. Ustedes me ayudarán a ser Obispo según el corazón de Cristo"(A. Goic´ en Concepción 8-VII-1979).
1) JESUCRISTO NOS CONVOCA PARA ESTAR CON ÉL Y SEGUIRLO.
Es Jesucristo quien nos ha reunido y nos ha constituido como Iglesia diocesana para estar con Él y seguirlo, y así vivir juntos la aventura de la fe.
A Él, a Jesucristo, debemos todos - este hermano y Obispo, los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, y todos los laicos repartidos en esta hermosa geografía - nuestra primera y fundamental fidelidad: que en nuestra vida, Jesucristo, sea nuestro único Señor y nuestro único Maestro. Somos y seremos la Iglesia de Jesucristo en Osorno - como Él la quiso - en la medida en que todos y cada uno busquemos seguirlo a Él con renovada fidelidad y se vaya haciendo verdad en nosotros la palabra del apóstol Pablo que escuchábamos en la primera lectura: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Jesucristo, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo"(Fil. 3,8).
Puedo decirles, mis hermanas y hermanos, que esta fidelidad primera y fundamental a Jesucristo es lo que - con la gracia de Dios - quiero vivir, y en esta búsqueda de fidelidad los acompañare como hermano y pastor. No deseo otra cosa que hacer vida las palabras del apóstol Pablo que forman mi lema episcopal: "Cristo es mi vida"(Fil. 1,21). Les pido que me ayuden a vivir esta fidelidad, y desde ya pueden contar con mi cercanía, oración y apoyo para que todos juntos busquemos y crezcamos en esta fidelidad primera y fundamental al único Señor y Maestro: i Jesucristo i
Pienso que como Iglesia diocesana estamos llamados a hacer nuestras las palabras del recordado Pastor y primer Obispo de esta diócesis, Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, quien decía: "Por vocación y profesión carezco de otra pasión sino por la causa de Dios, que es la única por la cual vale la pena dar la vida. Porque el hombre, el sentido de su dignidad humana v divina mediante el Evangelio, es para mí una premisa anterior y más importante que cualquier cosa o que cualquier ideología".
2) JESUCRISTO NOS CONVOCA PARA PARTICIPAR DE SU MISIÓN
Si hemos sido convocados por Jesucristo como Iglesia diocesana de San Mateo de Osorno para estar con Él y seguirlo es para hacemos participar de su propia misión. Es Él mismo quien nos dice: "Como el Padre me envío, así yo los envío a ustedes"(Jn. 20,2 l).
De esta manera, necesitamos renovarnos una y otra vez en la viva conciencia que "evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, es su identidad mas profunda. Ella existe para evangelizar" (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, n. 14).
A nosotros el Señor nos ha dado vida como Iglesia diocesana para esto, para que en nuestras palabras, en nuestras acciones y actitudes, en nuestro modo de relacionarnos y de estar presentes en la vida de la sociedad, seamos un signo transparente y elocuente del amor del Padre Dios para todos los hombres y mujeres de esta tierra, un signo de la novedad del amor de Dios hecho hombre en Jesucristo que quiere una vida digna, justa y buena para todos los hijos e hijas de esta tierra, y nos llama a una plenitud eterna.
Como lo señalaba mi predecesor, hermano y amigo Miguel Caviedes en la Carta Pastoral de Convocación a la Misión General(1991), la misión evangelizadora requiere que hagamos realidad tres características eclesiales: ser Iglesia diocesana centrada en Jesucristo, ser Iglesia diocesana misionera, y ser Iglesia diocesana comunitaria.
Estamos llamados, pues, a ser una Iglesia de comunión y participación para la misión. Esto nos pone ante a tarea de vivir, relacionarnos y organizarnos y trabajar como una común - unión participativa. Sin asumir este llamado a la común - unión y la participación, y sus consecuencias para nuestra organización pastoral y estilo de trabajo, no estaremos dando el signo para el cual el Señor nos ha creado.
Los invito y los llamo a todos, hermanas y hermanos, a asumir este llamado del Señor a ser una Iglesia de comunión y de participación para la misión. Para el discípulo de Jesús, la común - unión y la participación no son actitudes optativas, sino que son el modo de seguir a Jesucristo en la Iglesia; así, pues, ¡que nadie se sienta excluido, que nadie se margine!
3) JESUCRISTO POR SU ESPIRITU, SUSCITA PASTORES EN SU COMUNIDAD.
Jesucristo que nos ha constituido como Iglesia diocesana de San Mateo de Osorno para estar con Él y seguirlo en la misión evangelizadora, es quien por su espíritu suscita pastores al servicio de la comunidad y su misión de servidora del mundo.
Acogiendo este llamado - a través del pastor universal Juan Pablo II - he llegado desde otras tierras a esta tierra de Osorno que ahora hago mi tierra, y he sido constituido Obispo de esta Iglesia de San Mateo de Osorno, desde ahora mi Iglesia diocesana para amar y servir y dar la vida.
Quiero decirles, mis hermanas y hermanos, con palabras de San Agustín que "soy Obispo para ustedes, y soy cristiano con ustedes. La condición de Obispo indica una obligación, la de cristiano un don- la primera comporta un peligro, la segunda una salvación" (Sermón 340). Llego, pues, cómo obispo para ustedes, pero lo seré de verdad en la medida que sea cristiano junto a ustedes. Les pido, entonces, que me ayuden a ser su Obispo, ayudándome a vivir la primera y fundamental fidelidad de todo cristiano: que Jesucristo sea el único Señor y el único Maestro en mi vida.
Por eso vuelvo a tomar las palabras de San Agustín al decir que "si me impresiona más la dicha de haber sido rescatado con ustedes que el honor de haber sido puesto a la cabeza de ustedes, entonces si podré ser más plenamente el servidor de ustedes" (Ibid.).
Así llego, con corazón de hermano, y así quiero permanecer entre ustedes, como siervo de Cristo y con corazón de hermano, en la certeza que es sólo entonces que el espíritu forma el corazón de pastor.
Al llegar como hermano en la fe que ha sido constituido Obispo, llego como servidor de la unidad de esta Iglesia, de tal manera que, "unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la que está presente y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, Una, Santa, Católica y Apostólica(Ch. D. 11). Llego, pues, como servidor de la unidad de esta Iglesia de San Mateo de Osorno, servidor de la unidad con otras iglesias particulares, y servidor de la unidad de esta Iglesia en la comunión con el pastor universal, Juan Pablo II.
Si el servicio a la unidad significa, por una parte, la comunión de la comunidad con el pastor, también, por otra, la comunión del pastor con su comunidad Al respecto, hoy les quiero decir que deseo hacer míos "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias" de los hombres y mujeres de esta tierra "sobre todo de los pobres y de cuantos sufren"(G.S. 1), y así vivir este ministerio de edificación de la comunidad eclesial y servir a la misión apostólica de la comunidad en este mundo. ¡Que misión más grande que la de ser servidor, la de ser una Iglesia servidora de este mundo, discípula del Señor Jesús que esta en medio de nosotros como aquel que sirve!(cf. Lc. 22,27).
En este caminar la Iglesia encuentra su libertad para la misión. Una Iglesia - y este hermano obispo en ella - que solo busca ser "prisionero del Espíritu" (cf. He. 20,22), y no de ningún poder de este mundo, es libre para seguir a Jesús, anunciarlo y servir a todos, particularmente a los pobres, los marginados y suficientes.
4) JESUCRISTO NOS CONSTITUYE EN IGLESIA AL SERVICIO DE LOS HOMBRES Y MUJERES DE ESTA TIERRA.
Por último, hermanas y hermanos, hemos sido convocados por Jesucristo para seguirle y anunciarlo a los hombres y mujeres de este lugar preciso que es la Diócesis de San Mateo de Osorno.
Esta misión de encarnación significa poner en ella nuestro corazón y lo mejor de nuestras capacidades de organización y trabajo, para optimizar nuestros recursos humanos y materiales.
Esta misión significa acoger la historia de esta Iglesia diocesana, lo que el Espíritu ha estado haciendo en ella, y desplegarlo todo en un común proyecto evangelizador. La pastoral de conjunto es y será una tarea permanente entre nosotros, pues una pastoral de conjunto no es ni un método optativo ni una táctica ocasional, sino que es el modo práctico y concreto de ser una Iglesia-Comunión al servicio de la misión evangelizadora. Una pastoral de conjunto que valore a todos los miembros de la Iglesia e integre en comunión y en misión a laicos, consagrados y sacerdotes.
Un común proyecto evangelizador que nos ayude a vivir a todos la celebración de la fe y la intimidad con el Señor, especialmente la Eucaristía, como "cumbre y fuente" de toda la actividad eclesial(S.C. 10,1)y a realizar lo que nos ha dicho el Papa Juan Pablo II que "la sagrada liturgia debe ser siempre el centro de la vida de la Iglesia" y que "ninguna otra acción pastoral - por urgente e importante que parezca - puede desplazar a la Liturgia de su lugar central"(a los Obispos de Chile, 1989).
Un común proyecto evangelizador que nos conduzca a todos "hacia la santidad, vocación última de todo cristiano" (Juan Pablo II a los Obispos de Chile, Octubre, 1994).
Un común proyecto evangelizador que signifique un particular servicio a los jóvenes y a los pobres y marginados, como recientemente lo ha recordado el Papa Juan Pablo II en su Mensaje a los Obispos de Chile en la visita "ad limina". Los jóvenes y los pobres ocupan un lugar privilegiado en el corazón de Jesucristo y en la vida y en la misión de la Iglesia: ¡unos y otros no pueden esperar!
Un común proyecto evangelizador que fortalezca la vida de las familias de nuestra Iglesia diocesana y las anime permanentemente a vivir el proyecto divino del amor humano.
Un común proyecto evangelizador que ayude a despertar, especialmente en el corazón de los jóvenes, el ansia de ser totalmente del Señor, para servir a los hermanos.
Un común proyecto evangelizador que nos ayude a ser una Iglesia de encuentro fecundo entre culturas diversas. En primer lugar, ser Iglesia junto a los que pertenecen a esta tierra antes de la llegada del Evangelio, nuestros hermanos Huilliches. Y también ser Iglesia junto a los que han llegado de otras zonas del país y desde lejanas tierras de otros continentes y han hecho esta tierra como suya. Tras esta misión se encuentran bien precisas exigencias de justicia, de reconocimiento y valoración mutuas que estamos llamados a acoger y servir.
Un común proyecto evangelizador que nos ayude a ser una Iglesia abierta a la comunión con todos los cristianos de otras denominaciones y con todos los hombres de buena voluntad, para ser servidores del desarrollo integral, material y espiritual, de todos los habitantes de esta tierra.
Un común proyecto evangelizador al servicio de todos, particularmente, al servicio de la significación de los hijos de Dios que viven en pobreza, marginación y sufrimiento, acogiendo así lo que el recordado Papa Pablo VI decía en el discurso de clausura del Concilio Vaticano II: "la antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio... Toda esta riqueza doctrinal se orienta en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades. La Iglesia se ha declarado casi la sirvienta de la humanidad... la idea de servicio ha ocupado un puesto central".
CONCLUSION
Convocados por Jesucristo para estar con Él y seguirlo.
Convocados por Jesucristo para participar de su misión.
Llamado por Jesús para ser entre ustedes Pastor al servicio de la unidad.
Constituidos en Iglesia diocesana para servir a los hombres y mujeres de esta tierra.
¡Qué maravillosa vocación y misión a la que nos llama Jesucristo!
¡Qué dignidad tan grande nos ha conferido de ser sus hijos!
En esta vocación y en esta misión, sentimos la cercanía de María "imagen y principio de la Iglesia". En ella, en María, se sintetiza la mayor fidelidad creyente y confiada a los llamados de Dios. Ella nos ayude a ser en esta tierra diocesana fieles a su Hijo Jesucristo y anunciarlo a todos con alegría y esperanza.
A Jesucristo, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.