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SEÑOR ¿QUÉ ESPERAS DE MI?

Introducción

Te escribo a ti, querida joven, querido joven.

En julio de 1997 te escribí una carta que titulé “Joven:  ¡déjate cautivar por una mirada...! Si no la conociste entonces, en este cuadernillo la tienes en la 1ª parte,  para que la leas, la reflexiones y la compartas con tus amigos.

Una vez más te invito, ¡a dejarte cautivar por la mirada de Jesús! ¡Vale la pena seguir a Jesús!  ¡Vale la pena amarlo! ¡Vale la pena  su Evangelio  y su proyecto de vida del Reino!

Quiero decirte una vez más, que te quiero mucho.  Y quiero  - y así le pido al Señor – que seas muy feliz.

En esta segunda carta que te escribo, quiero precisamente hablarte de la felicidad.  Yo sé que lo que más anhelas es ser feliz.  Todos queremos serlo.

Los amigos de Jesús, al conocer su vida y leer su Evangelio, vamos descubriendo por dónde va el camino de la felicidad.  Seremos felices en la medida en que realicemos el plan de Dios en nuestra vida.  Como creyentes, lo verdaderamente importante, es descubrir el querer de Dios en la propia vida.  De ahí el título de esta segunda carta que te escribo con inmenso cariño: “Señor, ¿Qué esperas de mi?

¿Cómo actuar, a fin de que mi vida tenga sentido, pleno sentido y valor?...

Sólo Dios es el último  fundamento de todos los valores; sólo Él da sentido definitivo a nuestra existencia humana.  (Juan Pablo II)

Para reflexionar personalmente y en grupo

1.-¿Has leído la carta “Joven, déjate cautivar por una mirada?

2.-¿Quieres ser feliz?

3.-La gente en general, ¿es feliz? Si ___  No ___  ¿Por qué?

4.-¿Hay búsquedas de felicidad falsas? ¿Cuáles?

 
I.- ¡SEÑOR! ¿QUE QUIERES QUE HAGA?
 (Hechos 22, 1-10)

Esta pregunta se la hizo Saulo (Pablo) a Cristo (He, 22, 10).  Y Cristo le respondió directamente lo que esperaba de él.

Esta pregunta es la que tienes que hacerte tú como seguidor de Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador de los hombres:  “¡Señor! ¿qué quieres que haga?

Escucha a ese creyente magnífico que fue el bienaventurado Alberto Hurtado:

La luz divina nos es necesaria para conocer nuestro  camino,  ya  que  ese camino  nos  ha sido señalado  por el mismo Dios.   El ha dado un fin y una misión  bien precisa a todos los seres que ha creado.

Los astros inmensos  que  cruzan  el  firmamento, no menos  que  los   animales  que   pueblan  las  selvas  y  hasta el microbio  invisible a los ojos humanos, tienes  una misión que cumplir.El pájaro  nos ha sido  hecho para sumergirse en el mar,  cómo pez no está llamado   a vivir fuera del agua.  Más aún, cada astro en particular, cada animal, cada insecto, cada planta, tiene su  propia finalidad.

¿Escapará únicamente el hombre a esta ley general del universo?  ¿Será el rey de la creación el únicoque no tenga una misión propia que realizar?  Tal hipótesis es absurda.  ¿Cómo va Dios a desinteresarsedel hombre a quien , además de criatura, llama su hijo?“Hijitos míos”, dijo Cristo a los suyos, en la última Cena, y para alentarnos a tomar en serio este título nos enseñó a dirigirnos a Dios con el hermoso título de “Padre Nuestro”.  Toda la revelación cristiana está llena de esta hermosa idea: somos hijos de Dios por la gracia, hijos muy amados, de cuya suerte se preocupa en forma especialísima.

Una muestra de este interés particular de Dios por el hombre, es que no se contenta con señalarle un camino general en la vida, sino que invita a cada hombre en particular a realizar una misión propia.  Para que cada uno de nosotros pueda cumplir este cometido, nos dota  de las cualidades necesarias, nos pone en un ambiente  apropiado y nos hace conocer en forma clara – si queremos oír su voz – la confirmación precisa de su voluntad sobre  nosotros.”

“¡Joven!  Lo que más ardientemente te deseo es que  puedas en cada momento decir: estoy donde Dios quiere, hago su voluntad; en ÉL confío plenamente.

Para reflexionar personalmente y en grupo.
 Leer el texto bíblico:  Hechos 22, 1-10.

1.-¿Busco descubrir el querer de Dios en mi vida?

2.-¿De qué medios puedo servirme para descubrir el querer de Dios en mi vida?

3.-¿Qué me sugiere el texto del P. Hurtado?


II.-SEÑOR, ¿QUÉ ES LO MEJOR PARA MI? (Mateo 19, 16-24)

Dios te ama.  Dios tiene un proyecto de vida.  Descubrirlo y vivirlo te hará feliz, en  esta tierra – en medio de las contrariedades de la vida – y eternamente feliz en el cielo.

El hombre es creado para alabar, hacer reverencia  y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar  su alma: y las otras cosas  sobre la haz de la tierra  son   creadas   para   el    hombre,   y   para   que le  ayuden   en  la  prosecución   del   fin  para que es  creado”. (San Ignacio) .

Se trata,  que elijas un camino para tu vida, el mejor para ti.

Me  permites que te narre mi experiencia personal:  tenía casi 19 años, cuando terminé la Enseñanza media. Aprobé el examen para ingresar a la Universidad.  Se llamaba Bachillerato (equivalente a la actual P.A.A)  Era un buen alumno, quería estudiar Ingeniería.  Pero no tenía certeza.  Dentro de mi corazón sentía deseos de entregar mi vida a Dios.  Tenía temores.  No sabía que hacer.  Recé, pedí consejos, conocí a un joven amigo que estudiaba en el Seminario y finalmente me decidí e ingresé al Seminario de Concepción, donde estuve siete años.  En 1966 me ordené de sacerdote.  Llevo 37 años de sacerdocio, de los cuales casi 24 de Obispo, y puedo asegurarte que he sido feliz, porque  esto era lo mejor para mi, porque esto era lo que Dios, mi Padre, quería para mí.  Más allá de mis debilidades y pecados, que he puesto en las manos amorosas de Dios, el Señor me regaló esta vocación al sacerdocio.  Claramente era lo mejor para mí.

 ¿A cuál de estos caminos te ha llamado Dios? No ha dejado  a tu capricho que seas lo que quieras.  Tú tienes vocación  para algo, ¿para qué?   ¿Cuál  va a  ser  el fin de tu vida?   Para el sacerdocio,  como para la marina, para el deporte, para la música,  para la  sociología,  para  la política,  hay  una verdadera vocación. ¿Cómo conocer la tuya? (P. Hurtado)

Por ello, en tu oración pregúntale al Señor:

¡Señor!, ¿Qué quieres que yo haga?

¡Señor!, ¿Qué es lo mejor para mí?

Para reflexionar personalmente y en grupo.
Lee el texto bíblico: Mateo 19, 16-24.

1.-Cuando piensas en tu vocación ¿en qué piensas? ¿ganar dinero? ¿tener prestigio? ¿tener poder? Ó ¿en descubrir qué es lo que Dios espera de ti?

2.-¿Por qué Alberto Hurtado decía siempre, en la alegría y en el dolor ¡contento Señor, contento!?


III.-SEÑOR, ¿PARA QUÉ SIRVO YO?
 (Mateo 25, 14-30)

Dios te irá manifestando su divina voluntad si estás en actitud de búsqueda sincera, auténtica, verdadera.

Tienes que analizar tus aptitudes, tus talentos.  ¿Qué dones me ha dado Dios?  ¿Para qué sirvo más yo?

Al analizar a fondo tus talentos, te darás cuenta que algunas vocaciones no son para ti.  Por ejemplo, si no tienes una gran capacidad física, evidentemente no podrás ser un gran deportista en tal o cual deporte.

¿Para qué sirvo yo?  ¿médico, profesor, abogado, músico, ingeniero, político, sacerdote, religioso?  ¿estoy llamado al matrimonio o a consagrar toda mi vida a Dios?

En esta búsqueda  tienes que plantearte la posibilidad de un llamado a darle toda tu vida al Señor en el sacerdocio  o en la vida consagrada.  Para los jóvenes de fe, es un camino magnífico: gastar la vida entera para que muchos puedan llegar a conocer, amar y seguir a Cristo ¡Sacerdotes santos, consagradas santas!

Cualquiera sea tu vocación en clave de fe, como amigo de Jesucristo que eres, debes vivirla en espíritu de servicio  y de entrega a los demás.

Usa los talentos que has recibido para dar tu vida al servicio de los demás, especialmente de los más pobres y débiles.  En cualquier vocación que Dios te haya regalado es para SERVIR, servir incansablemente.

Me hace pensar mucho esto que dice el P. Hurtado.

"Vemos con frecuencia a muchachos dotados maravillosamente, que por culpa propia o de sus padres renuncian a explotar estas cualidades y se embarcan en empresas minúsculas en su sentido divino  y aún humano.  Sus trabajos no tiene otra perspectiva que la de ofrecerles  dinero, mucho dinero, que después   les  traerá   confort  y  les  permitirá  arrellenarse cómodamente en  la   vida.   ¡Egoístas,  duros  de  corazón! Entierran  sus   aspiraciones   en  una  cartera    repleta  de billetes... Pasó  su  vida.   ¿Qué   hicieron   esos  jóvenes de quienes  había derecho a  esperar   tanto?  Consumieron inútilmente   sus   vidas.   En   la   horrenda   crisis   moral actual  entristece   y   subleva   este   sentido   egoísta,  esta huída  de   la  lucha   que  amenaza  sobre todo  a  quienes por   haber  recibido  más  abundancia  de medios ignoran lo   que   es   el   dolor.   Los    que   lo  han   recibido   todo hecho  desconocen   totalmente  las    alegrías    profundas del renunciamiento y del sacrificio. Una inyección de idealismo y de valores desinteresados, de altruismo  y de amor humano y sobrenatural es una de las más  urgentes necesidades de  la juventud de nuestra época, para que pueda encontrar su camino en la vida.”

Tengo la esperanza que tú gastes tu vida y tu vocación para amar.  Muchos esperan mucho de ti... no los defraudes.

Para reflexionar personalmente y en grupo.
Lee el texto bíblico: Mateo 25, 14-30.

1.-¿Qué cualidades, talentos, te ha regalado Dios?  ¿Los vas descubriendo?

2.-Esas cualidades, ¿te van ayudando en tu búsqueda para saber lo que Dios espera de ti?


IV.-¡SEÑOR, ILUMINAME!  (Mateo 6, 9-18)

No  lo olvides nunca.  Una clave fundamental para descubrir lo que Dios quiere de ti es la oración.

Oración  sincera, abierta.  Ojalá puedas hacer algunos retiros espirituales. Medio día, un día, dos días, según sean tus posibilidades.  Con la Biblia en la mano, para tener un encuentro personal con Jesucristo y en la  intimidad de ese retiro díle ¡Señor ilumíname! ¿Señor, qué quieres que haga?  Deja que el silencio te envuelva.  El te irá  hablando, su Espíritu te inspirará.

Vive la Eucaristía, comulga con el Cuerpo de Cristo.  Y en la intimidad sacramental conversa con El, pregúntale que espera de ti.

Frecuenta el Sacramento de la Reconciliación.  El Señor te irá liberando de tus egoísmos y caídas.

Confía en María Virgen,  Madre del Señor.  ¡Ella quiere que seas feliz!  Confíale tu existencia entera.

Ojalá puedas tener un acompañante espiritual (sacerdote, religiosa o laico que vive gozosamente su vocación)  para que te ayude en tus procesos personales.  No para que decida por ti.  La decisión, de tal o cual camino en la vida, te corresponde a ti, pero, ¡que bueno es tener a alguien que te acompañe, te ayude!

Sirve, sé apóstol, haz el bien a otros.  No esperes ser mayor para hacer el bien.  Desde ahora, como joven, experimenta el gozo de servir, de dar, de hacer algo por los demás.

Ten la seguridad que si sigues estas sugerencias que te he ido señalando en esta carta descubrirás lo que el Señor espera de ti.

¡Lánzate, con fe y esperanza!  Siempre hay un riesgo, no hay certezas absolutas. 

Reflexiona con atención estas palabras, una vez más, del bienaventurado Alberto Hurtado.

“No esperes tener certezas matemáticas, ni mucho menos revelaciones del cielo  que te den  seguridad absoluta. En esa forma no harías nada en la vida. Nadie seguiría una carrera, nadie realizaría un negocio, nadie se embarcaría en una operación quirúrgica, ni mucho menos nadie se casaría, si tuviera necesidad de una certeza matemática que  le asegure el éxito.

Esas almas mezquinas y apocadas que no se atreven a nada generoso y que  nada quieren arriesgar por Cristo, nunca harán  nada grande.  Piénsalo bien ante Dios, y si después de haberlo meditado y pedido consejo crees    que el  Señor te llama, lánzate valientemente en manos de Cristo.  Haz un acto de confianza y recuerda que “Quien confía en el Señor no sufrirá penurias”.

Cuando Juan Pablo II en 1987 estuvo en Chile, les dijo a los jóvenes , entre otras cosas, estas maravillosas palabras:

“Joven, levántate y participa, junto con muchos  miles de hombres y mujeres en la Iglesia, en  la  incansable tarea de anunciar el Evangelio, de cuidar  con ternura a los que sufren  en  esta  tierra  y  buscar  maneras de construir un país justo, un país en paz.  La fe en Cristo nos enseña que vale la pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al inocente, al  oprimido y al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el sufrimiento de los demás.

¡Joven, levántate!  Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad, un hombre o una mujer con vocación de santidad.

Que las dificultades que te toca vivir no sean obstáculo a  tu amor, a tu generosidad, sino un fuerte desafío.  No te canses de servir, no calles la verdad, supera tus temores, se consciente de tus propios límites personales. 

Tienes  que ser fuerte y valiente, lúcido y perseverante en este largo camino.  No te dejes seducir por la violencia y las mil razones que aparentan justificarla.  Se equivoca el que dice que pasando por ella se logrará la justicia y la paz.

Joven, levántate, ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos.  No caigas en la apatía frente a lo que  parece imposible.  En ti se agitan las semillas de la vida para el Chile del mañana.  El futuro, de la justicia, el futuro de la paz, pasa por tus manos y surge desde lo profundo de tu corazón.  Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana  y fraterna.

Para reflexionar personalmente y en grupo.
Lee el texto bíblico: Mateo 61, 9-18

1.-¿Has tenido experiencia de retiro espiritual? ¿Cómo ha sido para ti? ¿Cómo rezas?

2.-¿Tienes un acompañante espiritual?

3.-¿Qué te sugieren los textos de A. Hurtado y Juan Pablo II?


CONCLUSIÓN

Al comienzo de esta carta te invitaba a preguntarte :  Señor ¿qué esperas de mi?  En cuatro puntos traté de ayudarte en esa búsqueda.

I.- ¡Señor!, ¿qué quieres que haga?

II.- ¡Señor!,  ¿qué es lo mejor para mí?

III.- ¡Señor!, ¿para que sirvo yo?

IV.- ¡Señor, ilumíname!

Ojalá te haya servido.  Me sentiría feliz saber que ha sido un aporte en tu búsqueda de saber lo que Dios quiere de ti.

Seguir a Cristo, “Camino, Verdad y Vida” te hará feliz.  ¡Te lo aseguro!  Cualquiera sea tu vocación particular, el seguimiento de Cristo y la vivencia del Reino te harán  inmensamente feliz.

Te quiero mucho.  Tu hermano Obispo

+ Alejandro


28 – febrero – 2003.

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