EN
LA VERDAD Y EN EL AMOR
A
la comunidad diocesana,
Dentro
de la experiencia humana, la comunidad de mayor intimidad es el matrimonio. El
Señor Jesús lo elevó a la dignidad de Sacramento, signo visible de la unión
con Cristo con su esposa que es la Iglesia. Cristo es el Esposo Fiel. Por la
Iglesia entregó su vida.
En
esta carta quiero dirigirme a toda la comunidad diocesana; para
tratar de señalar los grandes criterios a tener en cuenta para aquellos
matrimonios que no consiguieron ser una comunión de amor estable y definitiva.
Matrimonios que por múltiples razones fracasaron. Por tratarse de situaciones,
a veces complejas y difíciles, requieren una palabra de
amor y de clara orientación de parte de la Iglesia.
Es
la enseñanza de la Iglesia que planteo a través, especialmente del Magisterio
del Papa y que él extrae de la Palabra de Dios
La
presento con el siguiente esquema:
A)
Algunos
hechos de la vida real.
B)
Resumen de
la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio.
C)
Acción
pastoral frente a algunas situaciones irregulares.
1.
Católicos
que viven uniones libres de hecho y católicos unidos con mero matrimonial
civil.
2.
Católicos
separados y divorciados no casados de nuevo.
3.
Católicos
divorciados casados de nuevo.
E)
Anexos.
1.
Juan Pablo
II: La Iglesia acompaña con solicitud materna a los divorciados que se han
vuelto a casar (24 - I - 1997).
A) Algunos
hechos de la vida real.
Quiero
presentar algunas situaciones concretas:
1)
Con ocasión
de la iniciación a la Primera Eucaristía de los niños, algunos padres que están
separados y vueltos a casar solicitan ser admitidos al Sacramento de la Eucaristía.
Piden "permiso por esta vez para comulgar y acompañar así a sus
hijos".
2)
Me ha
tocado conversar con hermanas y hermanos en la fe, separados y vueltos a casar
solo civilmente. Me han dicho: "Nosotros que estamos fuera de la Iglesia,
nosotros que estamos excomulgados, ¿somos también amados por Dios, podremos
salvarnos?"
3)
Un amigo
sacerdote me contaba de una persona separada y vuelta a casar, que participa en
la Eucaristía cada domingo y recibe la Santa Comunión. Conversando con esa
persona le decía: "Yo he llegado a la convicción de conciencia que mi
primer matrimonio fue absolutamente inválido. Mi verdadero matrimonio es el
actual".
4)
Un laico,
muy comprometido en la acción pastoral en su parroquia, me decía hace poco:
"Sería bueno que se pongan de acuerdo los sacerdotes acerca de estos
temas. Hay diferencia de criterios en relación a estas situaciones
matrimoniales especiales".
5)
Una señora,
de mucha fe, cuyo esposo la abandonó hace muchos años, se dedicó a criar y
educar a sus hijos y hasta hoy conserva fidelidad a su esposo afirmó: "Yo
voy a Misa todos los domingos, pero no comulgo, porque estoy separada".
Podríamos
multiplicar los ejemplos y los hechos. Estamos ante una realidad dolorosa, y a
veces, dramática. Y donde existen conceptos equivocados y mucha confusión. Los
mismos hechos señalados nos muestran algo de esa confusión.
B)
Resumen
de la enseñanza de la Iglesia acerca del Matrimonio.
Conocemos
la concepción cristiana del matrimonio. Me permito recordarla citando el texto
del Catecismo de la Iglesia Católica en el resumen que hace al respecto (Nºs.
1659-1666).
1)
San Pablo
dice: Maridos amen a sus mujeres como
Cristo amó a la Iglesia. Gran misterio es éste, lo digo con respecto a
Cristo y la Iglesia" (Ef. 5,25,32)
2)
La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen
una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes
propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges
así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la
dignidad de sacramento. (GS. 48,1; CIC, can.1055,1).
3)
El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la
Iglesia. Da a
los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la
gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma
su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna. (C.Trento:
DS 1799).
4)
El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes,
es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir
una alianza de amor fiel y fecundo.
5)
Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida
en la Iglesia, la celebración del
mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración
litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los
testigos y la asamblea de los fieles.
6)
La unidad, la indisolubilidad,
y la apertura a la fecundidad son
esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del
matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad
priva a la vida conyugal de su "don más excelente", el hijo (GS.
50,1).
7)
Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras
vivan sus cónyuges legítimos contradice el plan y la Ley de Dios enseñados
por Cristo.
Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia, pero no
pueden acceder a la comunión eucarística.
Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.
8)
El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer
anuncio de la fe.
Por eso la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica",
comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad
cristiana.
Esta
es resumida en ocho enunciados la concepción cristiana del matrimonio.
Pero,
es un hecho que muchos hermanos en la fe que contrajeron el sacramento del
matrimonio y que lo hicieron con amor y con esperanza, han acabado deshaciéndolo
por múltiples razones.
Después
de estas rupturas, se producen diversas situaciones:
·
Algunos se alejan de la vida de la Iglesia, especialmente en todo lo
que se refiere a la participación litúrgica.
·
Otros viven solos con sus hijos, sin contraer nuevos vínculos.
·
Otros, simplemente conviven con otra persona, sin ningún tipo de vínculo.
·
Y los hay muchos - y cada vez más - que sintiéndose católicos,
tratan de rehacer su vida con una nueva unión matrimonial contraída por el
civil. Esta decisión afecta las relaciones sociales, familiares y afecta también
- en muchos casos - la relación con la Iglesia en diversos niveles.
C)
Acción
pastoral frente a algunas situaciones irregulares.
La
iglesia está llamada a transmitir en todo la enseñanza de Jesús. Ella enseña
lo que Jesús enseñó. Ella es depositaria de una Palabra que viene de Dios.
Esta Palabra da vida. Y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad (I Tim,
2,4).
La
Iglesia es madre para todos. También para los hermanos que viven una situación
especial en relación a su vínculo matrimonial. Ese apoyo pastoral, necesario y
fundamental, no puede ignorar la verdad de la enseñanza de la Iglesia, que
tiene su origen en la palabra de Dios. Así lo recuerdan los Obispos alemanes
del Rin Superior:
"Las
directrices pastorales y las ayudas a personas separadas, así como a los
divorciados vueltos a casar, son posibles sólo en el contexto de este
mensaje del amor recíproco vivido fielmente hasta la muerte. Por
consiguiente no puede darse ninguna pastoral para divorciados al margen del núcleo
del Evangelio"
La
Exhortación Apostólica "sobre
la misión de la familia cristiana en el mundo actual" del Papa
Juan Pablo II dedica un importante apartado a analizar las situaciones
irregulares en el campo de la familia. De ellas, quiero referirme
especialmente
a tres:
1)
Católicos
que viven uniones libres de hecho y católicos unidos con mero matrimonio civil.
a)
El hecho: hay
uniones en que no existe ningún vínculo institucional, reconocido públicamente,
ni civil ni religioso. Ocurre también, lamentablemente,
cada vez con más frecuencia, el caso de católicos, que por diversos
motivos(falta de formación, dejación, razones prácticas, etc.) contraen sólo
matrimonio civil. Rechazan así el matrimonio religioso. Otros lo difieren y señalan:
"nos casaremos por la Iglesia, cuando bauticemos al primer hijo. Lo haremos
todo de una vez".
b)
Acción
Pastoral:
Se requiere un esfuerzo serio de evangelización y de catequesis de parte de
todos los agentes pastorales, pide mucha paciencia y perseverancia. Es
importante tratar de hacer comprender la necesidad de coherencia entre el estado
de vida que se profesa (unión de hecho de pareja) y la fe que se profesa (que
santifica el amor humano en el sacramento del matrimonio).
La
pastoral hará todo lo posible por convencer a esas personas a vivir su amor en
el espíritu del Evangelio, evitando, eso sí, toda forma de presión que podría
anular el eventual matrimonio. Si desean recibir los sacramentos de la
Penitencia y de la Eucaristía, es necesario ayudarles a comprender que ellos
mismos, por su personal actitud, se privan de esos dones sacramentales. La
propuesta pastoral debe ayudarles, pues, a vivir en coherencia con la fe
que profesan.
2)
Católicos
separados y divorciados no casados de nuevo.
a)
El hecho: Hay
hogares que se han desecho. Parejas que contrajeron el sacramento del
matrimonio. Como dice el Papa. "Motivos diversos, como incomprensiones recíprocas,
incapacidad de abrirse a las relaciones interpersonales, etc., pueden conducir
dolorosamente el matrimonio válido a una ruptura con frecuencia
irreparable". En estos casos, después de realizados todos los esfuerzos
posibles para salvar la unidad matrimonial, la separación surge como una solución
extrema, y a la cual muchos hombres y mujeres de fe acceden.
b)
Acción
pastoral: Los
agentes pastorales y comunidad eclesial deben sostener, apoyar y animar al cónyuge
separado, especialmente si es inocente. Son claves, en este sentido, actitudes
como la estima, la cercanía, la solidaridad, la comprensión, la ayuda concreta
y efectiva.
El
Papa señala también que es necesario "ayudarle a cultivar la exigencia
del perdón, propio del amor cristiano y la disponibilidad a reanudar
eventualmente la vida conyugal anterior". De hecho hay parejas que han
vuelto a unir sus vidas después de una fuerte crisis y de separación. Han sido
crisis, en definitiva, que han ayudado a la maduración personal y el
crecimiento mutuo.
¿Qué
actitud cabe frente al cónyuge que ha tenido que sufrir el divorcio y que no se
implica en una nueva unión? Respondemos con la palabra autorizada de Juan Pablo
II : "Su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular
valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia, haciendo todavía más
necesaria, por parte de ésta, una acción continua de amor y de ayuda". Es
evidente, que quienes viven estas situaciones pueden participar de la recepción
de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
3)
Católicos
divorciados casados de nuevo.
a)
El hecho: Hay
católicos que experimentaron el fracaso de su matrimonio de manera definitiva.
Recurren a ficciones legales para anular su matrimonio civil con la intención
normalmente de contraer vínculo civil con otra persona. Algunos, por falta de
formación en la fe, no se les hace mayor problema de conciencia; otros hermanos
católicos, sufren mucho la nueva situación.
Nos
dice Juan Pablo II, al respecto: " La Iglesia, instituida para conducir a
la salvación a todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede
abandonar a sí mismos a quienes - unidos ya con el vínculo matrimonial
sacramental - han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará
infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación".
b)
Acción
pastoral:
Conviene recordar aquí lo que sostiene el Papa: "Los pastores, por amor a
la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay
diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer
matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa
grave han destruido un matrimonio
canónicamente válido. Finalmente
están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los
hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el
precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido".
Y
continúa:
"
Exhorto vivamente a los pastores y a
toda la comunidad de los
fieles para:
·
que ayuden a los divorciados,
·
procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la
Iglesia,
·
pudiendo y aún debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida.
·
Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios,
·
a frecuentar el sacrificio de la Misa,
·
a perseverar en la oración,
·
a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad a
favor de la justicia,
·
a educar a los hijos en la fe cristiana,
·
a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este
modo, día a día, la gracia de Dios.
·
La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre
misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza". (F.C.84).
Todas estas
formas de participación que señala Juan Pablo II, están llamadas a ser
desarrolladas ampliamente en cada comunidad cristiana.
c)
Profundicemos:
Los
católicos divorciados no están
excluidos de la Iglesia ni excomulgados. Son miembros de la Iglesia que
viven, sin duda, una situación especial. Son
objeto del amor de Dios y de su Iglesia. Por lo tanto deben sentirse
parte de ella, dentro de ella, miembros de la comunidad y teniendo en ella la
participación que el Papa claramente señala. Por tanto, no se les puede
tratar, ni en público, ni en privado, ni eclesial ni familiarmente, como si la
Iglesia los hubiera penalizado automáticamente al contraer nuevo matrimonio
ante las leyes civiles. La doctrina de la Iglesia, como punto central y de
aplicación general, nos obliga,
en primer lugar a "discernir bien las situaciones" y, en consecuencia
a no caer en descalificaciones globales. En segundo lugar nos exhorta vivamente a ayudarles "procurando, con solícita
caridad que no se sientan separados de la Iglesia". (FC.84).
En
el ámbito preciso de esta obligación y exhortación podemos presentar y
razonar su abstención de acercarse a recibir la Eucaristía. En ese
contexto y teniendo en cuenta lo ya dicho entendemos la afirmación de la
Congregación para la doctrina de la Fe en su documento "Carta a los
Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística
por parte de los fieles divorciados vueltos a casar" del 14-IX-1994:
"Fiel
a la Palabra de Jesucristo, la Iglesia afirma que no puede reconocer como válida
esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los divorciados se
han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice
objetivamente a la Ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la Comunión
Eucarística mientras persista esa situación".
Juan
Pablo II en la Exhortación Apostólica acerca de la Familia añade: "Son
ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida
contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia,
significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral:
si se admitieran estas personas a la Eucaristía los fieles serían inducidos a
error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad
del matrimonio" (FC:84).
El
hecho de negarles la comunión eucarística no significa que se juzgue a nadie,
ni que estas personas sean consideradas más o menos dignas, ni mejores o peores
que los demás. Se encuentran en una situación de comunión eclesial
incompleta, pero son hijos y miembros de la Iglesia. (Cfr. San Juan 8, 1-11).
El
Documento acerca de la Familia (FC.84) insiste en que los divorciados vueltos a
casar deben participar en la vida de la comunidad en todo lo posible. Se trata,
por lo tanto, especialmente del testimonio
de vida que el creyente debe dar en su vida de cada día, y que se exige
también de los divorciados vueltos a casar.
"Quien
por el contrario, descuidase habitualmente esta dimensión práctica del ser
cristiano e insistiese sólo en ser admitido a los sacramentos se metería en un
callejón sin salida. Los divorciados, como miembros que son de la Iglesia,
pueden dar un testimonio
significativo, si colaboran con la comunidad, aportando, por ejemplo las
experiencias negativas de su primer matrimonio y las del segundo, no raras veces
y desde el punto de vista humano, más constructivas. Se podría invitarles a
los círculos familiares, a las jornadas de reflexión, etc.," (Obispos
alemanes del Rin Superior).
Finalmente
una palabra acerca de quienes creen poder recibir la comunión eucarística, de
acuerdo a los que les dicta su conciencia; el Documento para la Doctrina de
la Fe expresa: "la errada convicción de poder acceder a la comunión eucarística
por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya
a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en
la propia convicción, sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre
el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible. El
matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su
Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad
civil, es esencialmente una realidad pública".
Al
concluir esta carta, quiero presentar algunas conclusiones:
1.
La actitud de la Iglesia, y, por lo tanto, de los creyentes frente a
las situaciones descritas en esta carta tiene que ser de profunda misericordia. Hemos de enseñar siempre la verdad
integra de la fe y de sus consecuencias, pero al mismo tiempo, hemos de tener un
corazón de amor y de misericordia frente a
todo límite y debilidad humana. Todos nosotros en mayor o menor medida, somos
pecadores, limitados, inconsecuentes con la vida según el Evangelio. Sólo Dios
es Santo y Justo. Y por un privilegio especial la Virgen María. Todos los demás
somos pecadores.
2.
Es necesario discernir bien
cada situación, dentro de la enseñanza de la Iglesia. La
Pastoral familiar tiene aquí un campo extraordinario de acción. Deberá
buscar caminos y acciones concretas para la integración en la vida de la
Iglesia de las hermanas y hermanos
que viven alguna de las cualidades que esta Carta describe. Para ello, los
criterios que señala el Papa son fundamentales (F.C.84).
La
"Casa de la Familia" de nuestro Obispado de Osorno quiere ser un
espacio de fraterna acogida para todas las familias, en cualquier situación que
se encuentren.
3.
En el discernimiento de cada situación será necesario en el futuro
fortalecer el Oficio Judicial
Diocesano. Muchos sacerdotes en el diálogo con divorciados vueltos a
casar, llegan a la convicción moral de la invalidez del primer matrimonio. Esto
nos exige como Diócesis potenciar nuestro Oficio Judicial y mantener el
contacto necesario con los Tribunales del País que estudian estos casos para
procurar resolverlos. (ver Anexo II).
4.
Será necesario insistir, cuando exponemos la doctrina y la disciplina
de la Iglesia, que los católicos divorciados vueltos a casar, siguen siendo miembros
de la Iglesia y que no están excomulgados. Y que deben ser tratados con
amor y respeto. Que sus hijos están
llamados a recibir la educación de la fe, desde la recepción del sacramento
del Bautismo, la educación escolar, la preparación a los sacramentos de la
Eucaristía y Confirmación.
5.
Con S.S. Juan Pablo II, termino estas reflexiones señalando que
"la recomendación que brota hoy de mi corazón es la de tener confianza en todos los que viven situaciones tan dramáticas
y dolorosas. No hay que dejar de "esperar contra toda
esperanza" (Rom 4, 18) que también los que se encuentran en una situación
no conforme con la voluntad del Señor pueden
obtener de Dios la salvación si saben perseverar en la oración, en la
penitencia y en el amor verdadero" (24- I - 1997).
+ ALEJANDRO GOIC
KARMELIC
Osorno Noviembre
de 2.000.-
E)
ANEXOS
Señores
Cardenales: amados hermanos en el episcopado; queridos hermanos y hermanas:
1.-
Me alegra acogeros y saludaros con ocasión de la Asamblea plenaria del Consejo
Pontificio para la familia. Agradezco al cardenal presidente Alfonso López
Trujillo las amables palabras con las que ha introducido este encuentro, que
reviste gran importancia. En efecto, el tema de vuestras reflexiones - "la
pastoral de los divorciados vueltos a casar" - está hoy en el centro de la
atención y de las preocupaciones de la Iglesia y de los pastores dedicados a la
cura de almas, quienes no dejan de prodigar su solicitud pastoral a cuantos
sufren por situaciones de dificultad en su familia.
Ayuda pastoral eficaz
La
Iglesia no puede permanecer indiferente ante este doloroso problema, que afecta
a tantos hijos suyos. Ya en la Exhortación apostólica Famliaris consortio
reconocía que, tratándose de una plaga que aflige cada vez con más amplitud
también a los ambientes católicos, "el problema debe afrontarse con
atención improrrogable" (nº 84). La Iglesia, Madre y Maestra, busca el
bien y la felicidad de los hogares y cuando por algún motivo éstos se
disgregan, sufre y trata de consolarlos, acompañando pastoralmente a estas
personas, en plena fidelidad a las enseñanzas de Cristo.
2.
El Sínodo de los Obispos de 1980 sobre la Familia tomó en consideración esta
penosa situación e indicó las líneas pastorales oportunas para tales
circunstancias. En la Exhortación apostólica Familiaris consortio,
teniendo en cuenta las reflexiones de los padres sinodales, escribí: "La
Iglesia, instituida para conducir a la salvación de los hombres, sobre todo a
los bautizados, no puede abandonar a sí mismos a quienes - unidos ya con el vínculo
matrimonial sacramental - han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto,
procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación"
(n. 84).
En
este ámbito claramente pastoral, como bien habéis especificado en la
presentación de los trabajos de esta Asamblea plenaria, se enmarcan las
reflexiones de vuestro encuentro, orientadas a ayudar a las familias a descubrir
la grandeza de su vocación bautismal y a vivir las obras de piedad, caridad y
penitencia. Pero la ayuda pastoral supone que se reconoce la doctrina de la
iglesia expresada claramente en el Catecismo:
"La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la
sabiduría divina" (n. 1640).
Sin
embargo, estos hombres y mujeres deben saber que la Iglesia los ama, no está
alejada de ellos y sufre por su situación. Los divorciados vueltos a casar son
y siguen siendo miembros suyos, porque han recibido el Bautismo y conservan la
fe cristiana. Ciertamente, una nueva unión después del divorcio constituye un
desorden moral, que está en contradicción con las exigencias precisas que
derivan de la fe, pero esto no debe impedir el compromiso de la oración ni el
testimonio activo de la caridad.
Fidelidad plena a la voluntad del Señor
3.
Como escribí en la Exhortación apostólica Familiaris
consortio, los divorciados vueltos a casar no pueden ser admitidos a la
comunión eucarística, "dado que su estado y situación de vida
contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia,
significada y actualizada en la Eucaristía" (n. 84). Y esto, en virtud de
la misma autoridad del Señor, Pastor de los pastores, que busca siempre a sus
ovejas. Esto también vale para el sacramento de la Penitencia;
pues la condición de vida de los divorciados vueltos a casar, que siguen
casados, está en contradicción con su significado doble y unitario de
conversión y reconciliación.
Sin
embargo, no faltan caminos pastorales oportunos para salir al encuentro de estas
personas. La Iglesia ve sus sufrimientos y las graves dificultades que
atraviesan, y en su caridad materna se preocupa tanto por ellos como por los
hijos de su anterior matrimonio: privados del derecho original a la presencia de
ambos padres, son las primeras víctimas de estas situaciones dolorosas.
Es
necesario, ante todo, poner en práctica con urgencia una
pastoral de preparación y
apoyo adecuado a los matrimonios en el momento de la crisis. Está en juego
el anuncio del don y del mandamiento de Cristo sobre el matrimonio. Los
pastores, especialmente párrocos, deben acompañar y sostener de corazón a
estos hombres y mujeres, ayudándoles a comprender que, aunque hayan roto el vínculo
matrimonial, no deben perder la esperanza en la gracia de Dios, que vela sobre
su camino. La Iglesia no deja de "invitar a sus hijos que se encuentran en
estas situaciones dolorosas a acercarse a la misericordia divina por otros
caminos, hasta que no hayan alcanzado las disposiciones requeridas"
(Exhortación apostólica Reconciliatio
et poenitentia, 34). Los pastores "están llamados a hacer
sentir la caridad de Cristo y la materna cercanía de la Iglesia; los acogen con
amor, exhortándolos a confiar en la misericordia de Dios y sugiriéndoles, con
prudencia y respeto, caminos concretos de conversión y de participación en la
vida de la comunidad eclesial" (Carta de la Congregación para la Doctrina
de la fe sobre la recepción de la Comunión Eucarística por parte de los
fieles divorciados vueltos a casar, 14 de setiembre de 1994, n.2:
"L'Osservatore Romano", edición en lengua española, 21 de octubre de
1994, p. 5). El Señor, movido por la misericordia, sale al encuentro de todos
los necesitados, con la exigencia de la verdad y con el aceite de la caridad.
Caridad y benevolencia
4.
Por tanto, ¿Cómo no seguir con preocupación la situación de tantos que,
especialmente en las naciones económicamente desarrolladas, a causa de la
separación viven una situación de abandono, sobre todo cuando se trata de
personas a las que no se les puede imputar el fracaso del matrimonio?
Cuando
una pareja en situación irregular vuelve a la práctica cristiana es necesario acogerla con caridad y benevolencia, ayudándola a aclarar el estado
concreto de su condición, a través de un trabajo pastoral iluminado e
iluminador. Esta pastoral de acogida fraterna y evangélica es de gran importancia
para los que habían perdido el contacto con la Iglesia, pues es el primer paso
necesario para insertarlos en la práctica cristiana. Es preciso acercarlos
a la escucha de la palabra de
Dios y a la oración, implicarlos en las obras de caridad que la comunidad
cristiana realiza a favor de los
pobres y los necesitados, y estimular el
espíritu de arrepentimiento con
obras de penitencia, que preparen su corazón para acoger la gracia de Dios.
Un
capítulo muy importante es el de la formación
humana y cristiana de los hijos de la nueva unión. Hacerlos partícipes de
todo el contenido de la sabiduría del Evangelio, según la enseñanza de la
Iglesia, es una obra que prepara admirablemente el corazón de los padres para
recibir la fuerza y la claridad necesarias a fin de superar las dificultades
reales que encuentran en su camino y volver a tener la plena transparencia del
misterio de Cristo, que el Matrimonio cristiano significa y realiza. Una tarea
especial, difícil pero necesaria, corresponde también
a los otros miembros que, de
modo más o menos cercano, forman parte de la familia. Ellos, con una cercanía
que no puede confundirse con la condescendencia, han de ayudar a sus seres
queridos, y de manera particular a los hijos, que por su joven edad sufren más
los efectos de la situación de sus padres.
Queridos
hermanos y hermanas, la recomendación que brota hoy de mi corazón es la tener
confianza en todos los que viven situaciones tan dramáticas y dolorosas. No hay
que dejar de "esperar contra toda esperanza" (Rm 4, 18) que también
los que se encuentran en una situación no conforme con la voluntad del Señor
puedan obtener de Dios la salvación, si saben perseverar en la oración, en la
penitencia y en el amor verdadero.
El Encuentro Mundial de las familias en Río de
Janeiro
5.En
fin, os agradezco vuestra colaboración para la preparación del Segundo
Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Río de Janeiro los días
4 y 5 del próximo mes de octubre. A las familias del mundo les dirijo mi
invitación paterna a preparar ese encuentro mediante la oración y la reflexión.
Sé que se ha preparado un instrumento útil para todas las familias, incluidas
las que no podrán acudir a esa cita: se trata de catequesis, que servirán para
iluminar a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a los movimientos
familiares, favoreciendo una digna interiorización de los grandes temas
relativos a la familia.
Os
aseguro mi recuerdo en mi oración para que vuestros trabajos contribuyan a
devolver al sacramento del Matrimonio toda la carga de alegría y de lozanía
perenne que le ha dado el Señor, al elevarlo a la dignidad de Sacramento.
Os
deseo que seáis testigos generosos y atentos de la solicitud de la Iglesia por
las familias, y os imparto de corazón mi bendición, que extiendo con mucho
gusto a todos sus seres queridos.
IIº INSTRUCCIONES PARA LAS PERSONAS QUE SOLICITAN
Ante
todo queremos darle un cordial saludo.
Sabemos
que Usted viene a pedir nuestra ayuda porque es una persona cristiana que quiere
vivir en su fe.
Se
encuentra en una situación que, para muchas personas, es muy dolorosa: Esto lo
entendemos plenamente y deseamos prestar nuestra ayuda en la medida de lo
posible.
QUEREMOS
DECIRLE:
1.
Como Ud.
debe saber la Iglesia NO ANULA MATRIMONIOS: Si hubo matrimonio, ese matrimonio
existe hasta que la muerte los separe.
2.
La Iglesia
sabe que cuando una persona contrae matrimonio, lo hace confiado en que - junto
a su cónyuge - constituirán algo hermoso, que los hará muy felices.
3.
La Iglesia
también sabe que, en muchas ocasiones, las cosas no resultan como se esperan y
hay fracasos que son muy dolorosos.
4.
En esas
circunstancias, la Iglesia quiere ayudar a la persona que así lo pide. Respecto
a este punto le agradecemos ponga la mayor atención a lo siguiente:
4.1.- Si lo que
produjo el rompimiento y el quiebre definitivo de la convivencia matrimonial, no
tiene ningún antecedente previo a la celebración de la boda, ese matrimonio
subsiste y se trata, de un fracaso matrimonial sin otra proyección.
4.2.-
Si lo que produjo el quiebre definitivo de la convivencia matrimonial
tiene antecedentes previos a la celebración de la boda, hay que distinguir:
a).- Si esos antecedentes hacían posible la celebración del
matrimonio, aunque se preveían futuras dificultades, ese matrimonio subsiste
hasta que la muerte los separe y se reduce al caso anterior.
b).- En cambio si esos antecedentes hacían IMPOSIBLE la celebración
de la boda, aunque hubiere sido una ceremonia nupcial muy hermosa, ese
matrimonio NO EXISTE porque había antecedentes que lo hacían IMPOSIBLE.
En ese caso, la
única misión de la Iglesia sería DECLARAR que efectivamente ese matrimonio no
existió porque habría causas que lo hacían IMPOSIBLE.
(Entre
muchas causas que hacen IMPOSIBLE el matrimonio, podemos mencionar a modo de
ejemplo: - El que uno de los contrayentes ya esté casado con otra persona. -El
que alguno de los cónyuges tuviere problemas de orden psicológico, tan serios,
que le hicieren imposible la convivencia matrimonial).
5.
Debemos
decir, además, que el matrimonio es producido por el consentimiento.
¿Qué es el consentimiento?
El
consentimiento es el acto humano, consciente, voluntario y libre por medio del
cual Ud. se entregó a su cónyuge y su cónyuge a Ud.
Es consciente, es
decir que Ud. se dio cuenta de lo que estaba haciendo, que le tomaba el peso a
lo que realizaba y con quien se estaba casando y sabía que podía cumplir las
obligaciones que el matrimonio lleva consigo.
Es voluntario, es
decir que Ud. quiso y quería hacerlo.
Es libre,
es decir que Ud. podía escoger. Podía casarse con esta persona o con otra, e
incluso no casarse.
6.
Si Ud. cree
que su matrimonio fracasó por una causa que lo hacía imposible,
la Iglesia está dispuesta a otorgarle su ayuda para aclarar la situación. En
definitiva, es la Iglesia la que ha de juzgar si existió o no matrimonio. Esta
potestad la ejerce independientemente de la voluntad de las partes, sin atenerse
al parecer de los cónyuges, estén de acuerdo o no.
Lo
que interesa es descubrir la verdad:
¿ Hubo matrimonio ? o
¿No hubo matrimonio ?
7.
Para esta
labor la Iglesia requiere de toda la ayuda que Ud. pueda entregar, todo lo que
Ud. sabe, el aporte de personas que sean testigos fidedignos, documentos,
pericias médicas, etc.
8.
Se requiere
de personas que se han especializado en situaciones como la que Ud. presenta y
que son abogados y procuradores de causas matrimoniales.
Estos
profesionales orientan y acompañan en la búsqueda de, la verdad.
9.
Hay
personas que - con el único afán de ayudar - indagarán de Ud., de su cónyuge
y de los testigos que Ud. presente los elementos que permitan dar luces para
descubrir la verdad, que son los jueces Auditores.
10.
Hay una
persona que se llama Defensor del Vínculo Matrimonial que propondrá todo lo
que razonablemente pueda en contra de la nulidad, y finalmente habrá tres
sacerdotes que con esos elementos verán a la luz de todo lo aportado si hubo o
no hubo matrimonio.
11.
Esto no
termina ahí:
La
causa se inicia en el Oficio Judicial de la Diócesis desde donde es enviada al
Tribunal Regional de 1era Instancia de la Arquidiócesis de Concepción. Cuando
este Tribunal termina su tarea y da su veredicto acerca de si hubo o no hubo
matrimonio, todo esto pasa a otro Tribunal, el de Apelación que está en la
Arquidiócesis de Santiago, quién revisa todos los hechos.
Si
el tribunal de Apelación coincide con lo que ha dicho el Tribunal de 1era
Instancia, entonces la Iglesia estima
como verdad lo que ambos Tribunales han dicho.
Si
hubiese discrepancia entre lo que dijo el Primer Tribunal y el de Apelación se
acude a la Santa Sede para que ella dirima. En ese caso, el Tribunal del Papa -
la Rota Romana - dice la última palabra.
12.
Todo esto,
como Ud. comprende, no es sencillo requiere de un largo y difícil trabajo.
Ud.
preguntará cuánto tiempo demora todo. Debemos responderle que tratamos que se
emplee un año. Pero eso, en gran
parte depende de Ud., de los testigos, de los peritajes que hubiere que
practicarse y de otros imponderables.
13.
Costas
Procesales:
Aunque
los servicios que la Iglesia presta a sus fieles, por lo general son gratuitos,
éstos, por su condición de hijos de la Iglesia hacen un aporte por el proceso.
Las
costas del Oficio Judicial son $ 20.000. A éstos hay que agregar las costas del
tribunal de 1era. Instancia y las del Tribunal de Apelaciones.
Si
Ud. no puede dar ese aporte, tiene la posibilidad de conversarlo con el Vicario
Judicial e incluso solicitarle se aplique el privilegio
de pobreza, según el cual Ud. no aportaría nada.
14.
Todos sus
aportes han de hacerlos en la Oficina de este Oficio Judicial y si lo hace con
cheque lo extenderá a nombre del Obispado de Osorno, Oficio Judicial.
Finalmente,
antes de agradecer su visita queremos decirle que si tuviera alguna duda, usted
puede consultarlo con el Vicario Judicial.
Nos
disponemos para ayudarle recordándole que el Señor está siempre a su lado.
(
adaptado a la Diócesis de Osorno de la Arquidiócesis de Santiago)