volver Orientaciones Pastorales 2002-2005 Mons. Alejandro Goic´ volver
3.- PROYECTO
PASTORAL DIOCESANO EN COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN.
Las Orientaciones Pastorales de los Obispos de Chile para el período 2001 - 2005 señalan en el capítulo Vº los criterios generales para la acción pastoral, y que se desprenden del diálogo evangelizador de Jesús con la mujer Samaritana[1].
3.1.- Criterios generales para la Acción Pastoral.
3.1.1.- El amor gratuito que siempre toma iniciativa.
Dios nos ama primero y así lo demuestra permanentemente en nuestra vida;
3.1.2.- Historicidad y discernimiento evangélico.
Dios entra en el tiempo y se hace presente en todos los tiempos. Por eso hay que discernir sus presencias y la calidad de nuestras respuestas parciales, incompletas;
3.1.3.- Abajamiento de Dios y opción preferencial por los pobres.
Somos discípulos de un Dios que se hace carne, se hace débil, ocupa el último lugar. Un Dios que elige preferentemente a los más pobres para llevar a cabo sus designios;
3.1.4.- Una evangelización testimonial y dialogante que genera comunión.
El acento esta puesto en el testimonio. Con ello no se desacredita la palabra, sino, que nos recuerda que ésta cobra más fuerza en labios de un testigo;
3.1.5.- Participación y dignificación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.
A la luz del Misterio de María “sentimos con más fuerza las discriminaciones que la mujer sufre en la sociedad”. Por eso “se debe ayudar a las mujeres a tomar parte activa y estable en la vida y misión de la Iglesia” como también en las decisiones de la Iglesia y la sociedad.
3.1.6.- Una evangelización misionera.
Lo propio del encuentro con Cristo es que nos despierte a la misión. Ser cristiano y ser misionero son dos gracias que se reclaman mutuamente. Esta actitud es más necesaria en estos tiempos de cambio para que la fe pueda ser el alma de la sociedad.
3.1.7.- Una evangelización inculturada.
La evangelización siempre ha sido inculturada como que el Verbo se hace carne, se hace varón, judío de la Galilea, habla el lenguaje y celebra las fiestas de su pueblo. Hoy tenemos el desafío enorme de inculturar el Evangelio en esta cultura global que nos abre y nos cuestiona.
3.1.8.- Una evangelización celebrativa.
Somos cada día más conscientes que no hay kerigma ni catequesis sin la correspondiente celebración, y que lo celebrativo es un ingrediente constitutivo de la fe y de la vida.
3.2.- Una Iglesia servidora de la comunión.
De la carta del pastor diocesano “Una Iglesia servidora de la comunión”[2].
3.2.1.- Diálogo, comunión y participación.
El designio salvador de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo es el llamado del Padre a participar de su propia vida divina, la cual se nos comunica por el don del Espíritu Santo.
Esta vida divina es la que se nos revela como la comunión de amor de las personas divinas en la unidad del Dios Trino. En Jesucristo, Dios se manifiesta como el eterno diálogo y comunión de amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La Iglesia nace de esta vida Trinitaria “como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”[3] y como “signo y sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano[4]. Toda la vida de la Iglesia, todo su ser y su acción en el mundo están al servicio de este diálogo de salvación entre Dios Trino y la humanidad; así, “evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, es su identidad más profunda; ella existe para evangelizar”[5].
De esta manera, la Iglesia nacida del Dios Trino y constituida para ser signo eficaz de la comunión y participación de la vida divina, está llamada a configurar toda su vida y acción en un dinamismo de diálogo, de comunión y participación en la misión recibida. Es lo que San Pablo nos recuerda en I Cor. 12, al decirnos que la diversidad de dones, de carismas y de ministerios es un don del Espíritu Santo que debemos acoger para el provecho común y para la edificación del único Cuerpo de Cristo[6].
3.2.2.- Iglesia - comunión y
pastoral orgánica.
Necesitamos, pues, para ir viviendo nuestra identidad y misión eclesial, configurar nuestra vida, nuestra forma de organizarnos y de trabajar en la misión, según este dinamismo de comunión y participación en la complementariedad de dones, de carismas y de servicios. Como ya lo señalaba en la homilía al tomar posesión de la Diócesis, “la pastoral orgánica es y será una tarea permanente entre nosotros, pues una pastoral orgánica no es ni un método optativo ni una táctica ocasional, sino que es modo práctico y concreto de ser una Iglesia - comunión al servicio de la misión evangelizadora; una pastoral orgánica que valore a todos los miembros de la Iglesia e integre en comunión y misión a laicos, consagrados y sacerdotes”[7].
Al servicio de esta misión evangelizadora en comunión y participación se encuentran los diversos Consejos Pastorales y Económicos, sean a nivel diocesano, decanal, parroquial y de cada comunidad eclesial de base. Se trata, no de un simple modo de organización, sino de una manera de vivir la misión de la Iglesia en y desde nuestras formas de organización para un mejor servicio de la misión.
Así lo ha comprendido la Iglesia que ya desde el Concilio Vaticano II señalaba “es muy de desear que se establezca en la diócesis un consejo especial de pastoral presidido por el Obispo diocesano, formado de clérigos, religiosos y laicos especialmente elegidos. El cometido de este consejo será investigar y justipreciar todo lo pertinente a la misión pastoral y sacar de ello conclusiones prácticas”[8].
3.2.3.- Corresponsabilidad en la misión.
Más precisamente, la legislación de la Iglesia nos ha entregado orientaciones y normas en el Código de Derecho Canónico acerca de la constitución de los diversos consejos: de Presbiterio[9], Diocesano de Pastoral[10], Económico Diocesano[11], Pastoral Parroquial[12], Económico Parroquial[13].
La constitución de estos consejos es un paso necesario y muy importante en la vida de nuestra Iglesia diocesana. Es un paso de crecimiento en el modo de ser servidores de una misión de comunión y participación a través del discernimiento comunitario.
Es un paso que exige de todos un creciente sentido de corresponsabilidad en la misión, desde la vocación que cada uno ha recibido para el enriquecimiento común: sentido de corresponsabilidad que nos permitirá superar las inercias y los hábitos adquiridos que no promueven y, en algunos casos, obstaculizan la comunión y participación del conjunto del Pueblo de Dios en la misión de ser una Iglesia servidora del designio de la comunión, el cual nos constituye en sacramento de salvación en nuestro mundo.
[1]
OOPP
Cech, 171 - 189
[2] Mons. A. Goic K., Carta Pastoral, Abril, 1998
[3] L G, 4
[4] Id., 1
[5] E.
N., 14
[6] Cfr. I Cor. 12, 4-13
[7] Mons.A. Goic K., Homilía del 25-XI- 1994.
[8]
C.D.,
27
[9]
C.D.C., 495-501
[10] Id., 511-514
[11] Id., 492-493, 1277
[12] Id., 536
[13]
Id., 537